LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 15
El
Señor no se compadece y declara que su pecado es tan grande que hasta la
intercesión de Moisés y Samuel sería inefectiva.
Moisés
y Samuel fueron dos de los más grandes profetas de Dios. Al igual que Jeremías,
ambos intercedieron entre Dios y el pueblo. A menudo la intercesión es eficaz.
En este caso, sin embargo, el pueblo era tan malvado y obstinado que Dios sabía
que no se volvería a Él.
Manasés
fue considerado como el peor rey en la historia de Judá, sus pecados son el
principal responsable de la decadencia de Judá.
La
meta de estos castigos era destruir la vida y devorar la muerte. Esto sucedería
debido al reinado perverso de Manasés y al pecado del pueblo y la destrucción
sería total. El pueblo pudo haber argumentado que no debían culparlos de los
pecados de Manasés, pero ellos siguieron lo que Manasés comenzó. Si a sabiendas
seguimos a líderes corruptos, no tendremos excusas de ser culpables de sus
malos ejemplos.
Dios
castiga sólo si la gente no responde; les ofrece hasta la última oportunidad
para evitar el juicio prometido, muchos de los pronunciamientos proféticos
tienen carácter condicional.
Aventador
se utilizaba en el proceso por medio del cual son separados el grano de la paja
y el polvo exponiendo a la brisa el cereal que es lanzado al aire. El viento se
lleva entonces los materiales livianos. El proceso de aventar constituye un
símbolo del juicio.
Tercer
lamento personal de Jeremías. Refiriéndose al rechazo de que ha sido víctima, e
invocando el fiel cumplimiento de su deber, Jeremías se lamenta de la angustia
que esto le ha traído y parece responsabilizar a Dios por haberle fallado en su
momento de necesidad.
A pesar
de eso Jeremías muestra su conformidad con los planes de Dios.
Jeremías
no contrajo matrimonio. Jeremías acusó a Dios de no ayudarlo cuando realmente
lo necesitaba. Jeremías dejó de poner los ojos en los propósitos de Dios y
sentía lástima de sí mismo. Estaba enojado, herido y asustado. En respuesta,
Dios no se enojó con él, respondió volviendo a orientar las prioridades de
Jeremías.
Como
vocero de Dios, debía influir en el pueblo, no permitir que ellos influyeran en
él. Hay tres lecciones importantes en este pasaje:
(1)
en la oración podemos revelarle a Dios nuestros más profundos pensamientos;
(2)
Dios espera que confiemos en El a pesar de las circunstancias; y
(3)
estamos aquí para influir en otros para Dios.
Jeremías
le hace a Dios dos preguntas retóricas; una sobre su propia condición, la otra
relacionada con la confiabilidad de Dios.
Dios
le responde que si se vuelve a Él y saca todo pensamiento equivocado no
dejándose influenciar por los rebeldes, él será como un muro fortificado de
bronce que nadie podrá vencer.
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