LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 27
El
mensaje de Jeremías a las demás naciones y al rey Sedequías era someterse al
yugo del rey de Babilonia, porque sus países habían sido puestos en manos de
Nabucodonosor, y cualquier rebelión era contraria a la voluntad de Dios.
Jeremías también se dirige al pueblo y declara que los profetas que proclamaran
otro mensaje estarían mintiendo; Dios no los había enviado.
Corría
el año 593 a.C. y Nabucodonosor ya había invadido Judá en una ocasión y se
había llevado muchos cautivos. Jeremías se puso un yugo (un marco de madera
utilizado para atar a una pareja de animales al arado) como símbolo de
servidumbre. Esta era una lección objetiva en la que le decía al pueblo que
debía colocarse bajo el yugo de Babilonia o lo destruirían.
El
yugo era también símbolo de sumisión política.
Las
naciones mencionadas vecinas de Judá eran Edom, Moab, y Amón, al sur y al este.
Tiro y Sidón al norte. La rebelión era probablemente el tema que se discutía.
Dios
castigó al pueblo de Judá de una manera poco usual, al designar como su
representante a un gobernante extranjero y pecador. Dios no utilizó a
Nabucodonosor para proclamar su Palabra, sino para cumplir la promesa de juicio
por el pecado.
Se
le promete la primacía durante tres generaciones; luego llegaría el fin de
Babilonia.
El
mensaje acerca de los profetas era que eran falsos profetas: adivinos,
soñadores, agoreros, encantadores todos los cuales estaban prohibidos en
Israel; soñadores podría incluir tanto a profetas como a adivinadores
Sedequías
estaba en una situación difícil. Jeremías le pidió que se rindiera ante
Nabucodonosor, mientras que muchos de sus líderes querían que formara una
alianza y peleara. Rendirse era deshonroso para un rey y lo verían como un
cobarde. Esta fue una gran oportunidad para los falsos profetas que seguían
diciendo que los babilonios no derrotarían a la gran ciudad de Jerusalén y que
Dios nunca permitiría la destrucción del glorioso templo santo.
Nabucodonosor
invadió Judá primero en 605 y luego en 597 a.C., llevándose con él a mucha
gente importante que vivía en Jerusalén, incluyendo a Ezequiel y a Daniel. A
pesar de que estos hombres eran cautivos, tuvieron un profundo impacto en los
cautivos y líderes de Babilonia. Jeremías predijo que más personas e incluso
los enormes y preciosos objetos del templo se llevarían a Babilonia. Esto
sucedió en el año 586 a.C. durante la tercera y última invasión babilónica.
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