LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 29
Jeremías
escribe una carta a los exiliados del 597 a.C. (vv. 4-23). Los exiliados
estaban siendo confundidos con mensajes sobre un pronto retorno.
Jeremías escribió a los cautivos de Babilonia, instruyéndolos para que siguieran adelante con sus vidas y oraran por la nación pagana que los subyugó. La vida no puede detenerse durante los momentos difíciles, además
el exilio había sido obra de Jehová.
Jeremías
pide un concepto totalmente nuevo, orar por el bienestar de los captores de
Judá.
Dios
mandó a su pueblo a Babilonia por un tiempo largo y no un cautiverio corto como
lo que predijeron los falsos profetas.
En
estos pasajes está implícita la búsqueda de Dios que supone un nivel de
intensidad superior a lo que podría llamarse oración ordinaria. La palabra
«buscar», junto con la frase «de todo corazón», sugiere un fervor casi
vehemente.
Dios
no olvidó a su pueblo, aun cuando estaba cautivo en Babilonia. Planeó darles un
nuevo comienzo con un nuevo propósito: convertirlos en nuevas personas.
De
acuerdo al plan sabio de Dios, su pueblo iba a tener esperanza y futuro. Por
consiguiente, podrían clamar a Él en confianza. A pesar de que los cautivos se
encontraban en un lugar y tiempos difíciles, no debían desesperarse porque tenían
la presencia de Dios, el privilegio de la nación y la gracia de Dios.
Acab
y Sedequías eran falsos profetas en Babilonia. Estos falsos profetas, no
deben confundirse con los reyes que llevan los mismos nombres. Sus conexiones
familiares los identifica claramente.
Semaías
era un falso profeta quien escribió cartas a los habitantes de Jerusalén y al
sacerdote Sofonías pidiéndole que reprendiera a Jeremías. Semaías protestó
acerca de la carta de Jeremías. Para desacreditarlo, Semaías lo acusó de hablar
profecías falsas. A pesar de que el mensaje de Jeremías era verdadero y sus
palabras provenían de Dios, el pueblo lo odió porque les dijo que sacaran el
mayor provecho del cautiverio. Pero la verdad de Jeremías que provenía de Dios
ofrecía corrección temporal y un beneficio a largo plazo. Las mentiras de los
falsos profetas ofrecían un consuelo temporal y un castigo a largo plazo.
La
palabra de Jehová a Semaías fue similar a la que dirigió a Hananías.
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