miércoles, 11 de julio de 2018

Leyendo... Jeremías capítulo 21



LECTURA DIARIA:
Jeremías capítulo 21

Jeremías denuncia a los dirigentes de Judá, a los falsos profetas, y a la gente pecadora. Los líderes de Judá, que tenían la máxima responsabilidad por la conducta de la nación son los primeros en ser denunciados.

Los capítulos 21-28 narran los mensajes de Jeremías concernientes a los ataques de Nabucodonosor a Jerusalén entre 588 y 586 a.C. El rey Sedequías decidió rebelarse en contra de Nabucodonosor y los nobles aconsejaron que se aliara con Egipto. Jeremías pronunció juicio sobre los reyes y sobre los falsos profetas por llevar al pueblo por el mal camino.
Pasur vino al profeta buscando ayuda. Dios aún tenía trabajo para Jeremías.
Sedequías quería una intervención milagrosa de Dios como en tiempos de Ezequías.
Pero la palabra para Sedequías no fue buena: Entregaré a Sedequías. Una profecía que se cumplió en el capítulo 52.8-11, 24-27.
La palabra para el pueblo era similar: “Así ha dicho Jehová: Yo pongo delante de vosotros camino de vida y camino de muerte. El que quede en esta ciudad morirá por la espada, el hambre o la peste; pero el que salga y se pase a los caldeos que os tienen sitiados, vivirá, y su vida le será por botín, porque mi rostro he puesto contra esta ciudad para mal y no para bien, dice Jehová; en manos del rey de Babilonia será entregada, y él le prenderá fuego”.
 Aquí la alternativa es rendirse y vivir, o quedarse en la ciudad y morir. La mayoría de la gente decidiría equivocadamente. De todas formas, Jerusalén sería destruida.
El rey debía hacer juicio; si no cumplía su misión sería castigado.
Jerusalén estaba construida sobre una meseta con valles en tres de sus lados. Sus habitantes creían estar seguros debido a su ubicación estratégica.
Jeremías predijo la destrucción de Jerusalén. Los líderes de la ciudad rechazaron su palabra y se burlaron de sus advertencias. En su desesperación, el rey Sedequías se volvió a Dios para pedirle ayuda, pero sin reconocer las advertencias de Dios ni admitir su pecado.

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