LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 31
La
restauración continúa con mensajes dirigidos a todas las familias de Israel: Al
reino del norte ahora restaurado; al reino del sur, ahora restaurado; y a ambos
reinos combinados en un solo pueblo.
Esta promesa es para todas las familias
(tribus) de Israel, no solo para la tribu de Judá. La restauración incluirá a
todas las personas que confían en Dios.
Dios
alcanza a su pueblo con amor misericordioso motivado por un amor profundo y
eterno. Está dispuesto a hacer lo mejor para él si tan solo se lo permiten.
Después de muchas advertencias sobre el pecado, este recordatorio del grandioso
amor de Dios es un respiro de aire fresco.
Utilizando
el vocabulario del relato del libro de éxodo (halló gracia), y el concepto de la
liberación de la servidumbre, Jeremías habla del retorno de la cautividad como
un nuevo éxodo. El pueblo será devuelto a su tierra y de nuevo organizará
peregrinaciones a Sion.
Desde
tiempos de Jeroboam el pueblo del reino del norte adoraba en santuarios
rivales; ahora regresarán al lugar donde reside Jehová.
Se
harían muchos sacrificios en el templo para que los sacerdotes tuvieran un
banquete con su porción. También es un símbolo de vida y prosperidad
Raquel,
la esposa favorita de Jacob, era la madre simbólica de las tribus del norte,
que los asirios llevaron al cautiverio. Se describe a Raquel llorando por los
cautivos en Ramá, un lugar de escala en el camino a la deportación. Este
versículo se cita en Mateo 2:18 para describir la tristeza de las madres de
Belén cuando asesinaron a sus hijos varones. Hubo gran llanto en ambos casos
El
primer paso en la conversión de Efraín (sinónimo de Israel) es una confesión y
un arrepentimiento delante de Dios. Para evitar un regreso a los caminos de
apostasía, se insta a Efraín a poner señales y recordar la senda que lo condujo
a desobedecer a Dios. «Herí mi muslo» era una expresión de dolor y luto. Efraín
era una de las tribus más grandes del reino del norte. Si bien cayó en los
pecados más degradantes, Dios todavía amaba al pueblo. Un remanente se volvería
a Dios, arrepintiéndose de sus pecados y Él lo perdonaría. Dios lo sigue
amando, a pesar de lo que haya hecho. Lo perdonará si vuelve a Él.
La
restauración incluirá la normalización de la vida, un regreso a los días de
prosperidad y paz, pero también un nuevo pacto que permitirá al pueblo servir a
Dios en espíritu y en verdad.
El
pueblo trató de echarle la culpa al juicio de Dios por los pecados que sus
padres cometieron. Sin duda, el pecado de una persona afecta a otros, pero a
todas las personas se les responsabiliza por el pecado de sus vidas.
Se
destaca la responsabilidad individual citando un viejo proverbio que reaparece
en Ezequiel 18.2. Aparentemente, la gente había malinterpretado el significado
de algunas porciones de las Escrituras, de manera que justificaban su conducta
pecaminosa culpando al juicio de Dios sobre sus predecesores. La
responsabilidad colectiva es un tema importante en el AT; pero tanto Jeremías
como Ezequiel subrayan que la calamidad que se aproxima se debe al pecado de
quienes viven en aquel momento y no al de sus antepasados.
El
meollo de la profecía de Jeremías es el nuevo pacto que Dios establecerá con su
pueblo, perdonando sus pecados, y poniendo la ley en su mente y escribiéndola
en su corazón, de manera que todos lo conozcan.
Dios
escribiría sus leyes en los corazones en vez de escribirlas en tablas de
piedra, como hizo con los Diez Mandamientos. Este cambio parece describir una
experiencia muy similar al nuevo nacimiento, en el que Dios toma la iniciativa.
Cuando entregamos la vida a Dios, El, por su Espíritu Santo, pone en nosotros
el deseo de obedecer.
Dios
tiene el poder de abolir las leyes de la naturaleza y aun de eliminar a su
pueblo. Pero no hará ninguna de estas cosas. Esta no es una predicción, sino
una promesa. De esta manera Dios expresa que, así como no abolirá las leyes de
la naturaleza, tampoco rechazará a Israel. ¡Nada de esto sucederá!
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