LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 30
Escrito
en vísperas de la destrucción de Jerusalén, este libro de consolación contiene
una profecía sobre la futura restauración de Israel (el reino del norte) y Judá
(el reino del sur).
Los
capítulos 30 y 31 muestran que Jeremías habló de esperanza y consuelo, así como
de problemas y calamidades. El pueblo sería algún día restaurado en su tierra y
Dios haría un nuevo pacto con ellos para reemplazar el que quebrantaron. En el
mismo lugar en que en cierta ocasión pecaron y desobedecieron, algún día se
arrepentirían y obedecerían.
La mayoría de las profecías se trasmitían al principio oralmente y sólo más tarde se ponían por escrito. En otra ocasión se instó a Jeremías a escribir su profecía porque no podía hacerlo en persona. La intención aquí es preservar la profecía para futuras generaciones.
La mayoría de las profecías se trasmitían al principio oralmente y sólo más tarde se ponían por escrito. En otra ocasión se instó a Jeremías a escribir su profecía porque no podía hacerlo en persona. La intención aquí es preservar la profecía para futuras generaciones.
David
su rey alude al Mesías, el descendiente de David. Al igual que Isaías, Jeremías
asoció hechos del futuro cercano y del futuro lejano. Leer estas profecías es
como mirar varios picos montañosos en una cordillera. Desde la distancia
parecieran estar unidos, cuando en realidad los separan varios kilómetros.
Jeremías presenta sucesos cercanos y distantes como si todos fueran a suceder
muy pronto. Ve el cautiverio, pero también ve el día futuro cuando Cristo
reinará para siempre.
Aunque
su herida parece ser incurable, a causa de la multitud de sus iniquidades,
Israel será sanado y sus opresores consumidos.
Esta
profecía de la reconstrucción de Jerusalén no se cumplió en su totalidad por la
obra de Esdras, Nehemías ni Zorobabel. La ciudad se reconstruyó después del
cautiverio, pero la restauración final ocurrirá cuando todos los creyentes se
reúnan en el reino de Cristo. Esto incluirá edificios, personas, gobernantes.
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