LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 33
Dios
restauraría Jerusalén, no porque el pueblo clamara, sino porque era parte de su
plan final.
El desastre de Babilonia no cambió los propósitos que Dios
tenía para su pueblo. Si bien destruirían a Jerusalén, sería restaurada
(después de los setenta años de cautiverio y al final de los tiempos cuando el
Mesías venga a gobernar). A la justicia de Dios siempre la acompaña su
misericordia.
Dios
prometió a Jeremías que, si le llamaba, no sólo le contestaría, sino que le
revelaría «cosas grandes y ocultas», que no podrían conocerse de otra manera.
La palabra «ocultas», del hebreo batsar, se traduciría mejor como: «aislado» o
«inaccesible». Se sugiere que Dios daría a Jeremías «intuición
reveladora», al revelar cosas que de otra manera permanecerían aisladas o
inaccesibles.
Sedequías
provocó la ira de Babilonia al aliarse con Egipto y no rendirse como Dios
le ordenó a través de Jeremías. Nabucodonosor atacó Judá por tercera y última
vez, moviéndose en forma sistemática hasta que cayeron todas sus ciudades.
Jerusalén resistió el sitio durante varios meses, pero la quemaron según lo
predijo Jeremías
Tras
el castigo y el arrepentimiento vendrá la sanidad, los cautivos retornarán,
serán limpiados de pecado, y la ciudad será a su Dios por nombre de gozo,
de alabanza y de gloria, entre todas las naciones de la tierra.
Los
versículos 14, 15 y 16 se refieren tanto a la primera venida como a la segunda
venida de Cristo. En su primera venida establecería su Reino en los corazones
de los creyentes. En la segunda ejecutará justicia y rectitud en toda la
tierra. Cristo es «el Renuevo de justicia» que brotará de David, el hombre
conforme al corazón de Dios.
Cuando
Cristo cumpla con el rol de Rey, también cumplirá con el rol de Sacerdote,
manteniendo una relación constante con Dios e intercediendo por su
pueblo.
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