LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 14
Estas
profecías fueron dadas en un período de severa sequía que afectó la vida de la
ciudad, el campo y las áreas inhabitadas, de manera que ningún ser humano o
animal dejó de sufrir sus efectos.
La
sequía fue un juicio con consecuencias devastadoras. Como siempre, cuando se
sentían acorralados, el pueblo clamaba a Dios. Sin embargo, El rechazó su
súplica porque no se arrepintió, solo quería que Dios lo rescatara. Ni siquiera
las oraciones de Jeremías los ayudarían. Su única esperanza era volverse a
Dios.
La
respuesta de Dios no es favorable, porque la gente rehúsa arrepentirse, y va
tras falsos dioses. Se le dice a Jeremías que no ruegue por ese pueblo. Las
ofrendas y el ayuno tampoco servirían de nada.
El
triple castigo de la espada, el hambre y la pestilencia, aparece en 15
ocasiones en Jeremías y forma parte de las maldiciones por desobedecer a Dios.
Dios
niega haber comisionado a los falsos profetas, quienes propalan una visión
mentirosa que no se cumplirá. Con espada y con hambre serán castigados. La
gente a quienes dirigen sus profecías correrán su misma suerte; la espada
quebrantará a quienes se hallan en los campos y el hambre consumirá a los que
viven en las ciudades.
¿Qué
llevó al pueblo a escuchar y apoyar a los falsos profetas? Decían lo que el
pueblo quería escuchar. Los falsos maestros ganan fama y dinero por decirle a
la gente lo que esta quiere escuchar, pero estos falsos maestros apartan a la
gente de Dios. Si los alentamos, somos tan culpables como ellos.
Este
capítulo da inicio con la sequía que Dios envió a Judá y cómo Él se negó a
responder las oraciones que pedían lluvia. Continúa con la descripción que
Jeremías hace del juicio venidero.
Al
interceder por el pueblo, Jeremías le preguntó a Dios si lo ayudaría en caso
que se arrepintieran. Pero Dios se negó en ir en su auxilio debido a que el
pueblo era falso, malvado y obstinado. Sabía que Él los quería bendecir y sabía
lo que debía hacer para recibir esa bendición. Quería que Dios hiciera su
parte, pero Judá no quería hacer la suya. Dios perdonará a los que se
arrepienten de veras, pero la hipocresía la castigará con severidad.
Jeremías
en medio de su clamor reconoce la soberanía de Dios.
¿No
eres tú, Jehová, nuestro Dios? En ti, pues, esperamos, pues tú has hecho todas
estas cosas.
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