LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 20
La
reacción del sacerdote Pasur frente a la acción simbólica de Jeremías fue
inmediata, pero su oposición al propósito de Dios le ganó un nuevo nombre,
representativo de lo que el futuro le deparaba.
Este
suceso ocurrió durante el reinado de Joacim de Judá. Jeremías predicó en el
valle del hijo de Hinom, centro de idolatría en la ciudad. También predicó en
el templo, que debió haber sido el centro de la verdadera adoración. Ambos
lugares atraían mucha gente, ambos eran de falsa adoración.
La
primera vez que el título profeta se usa en Jeremías, aparece en el versículo 3
de este capítulo, aunque aparece de nuevo en 25.2 y frecuentemente después de
28.5. Este es también el primer acto de violencia física contra Jeremías que se
menciona; Pasur manda a azotar a Jeremías y lo hace colocar en el cepo.
Magor
– misabib : «temor de todas partes» es el nuevo nombre de Pasur, y esta es la
suerte que correrá Judá, cuyos hijos serán llevados cautivos a Babilonia o caerán
por la espada.
La
profecía de destrucción del versículo 4 se cumplió en tres invasiones
babilónicas. La primera ocurrió en un año (605 a.C). Tal vez a Pasur lo
llevaron cautivo a Babilonia durante la segunda invasión en 597 a.C., cuando
llevaron cautivo al rey Joaquín. La tercera invasión ocurrió en 586 a.C.
La
del versículo 5 se cumple con la captura de Jerusalén por Nabucodonosor en el
597 a.C y en el 586 a.C..
En
el sexto y último lamento, Jeremías expresa profunda angustia en medio de la
persecución y casi llega a blasfemar debido al lenguaje que usa para dirigirse
a Dios. El oficio de profeta no le ha ganado a Jeremías nada sino abusos y
burlas, y a pesar de su deseo de dejar de proclamar el mensaje de Dios, no
puede detenerse. El lamento termina con una nota positiva de confianza y
alabanza. Pero de las alturas de la alabanza, Jeremías cae a las profundidades
de la desesperación (vv. 14-18). Atrapado entre el llamado divino del cual no
puede desprenderse, y el rechazo y la persecución de su pueblo, y la traición
de sus amigos, maldice el día en que nació. La agonía de su espíritu no tiene
límites y las palabras que utiliza son sublimes.
Jeremías
clamó al Señor en su desesperación, pero no dejó de alabar abriendo su corazón
a Dios. Proclamó con fidelidad su Palabra y no recibió nada a cambio más que
persecución y dolor. Aun cuando se abstuvo de proclamar la Palabra de Dios por
un tiempo, esta se volvió como fuego en sus huesos hasta que ya no pudo
contenerla más.
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