LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 26
Los
hechos descritos en este capítulo ocurrieron en 609-608 a.C., antes que los
narrados en el capítulo 25. Joacim era un rey materialista y egocéntrico que
persiguió y asesinó a gente inocente. El capítulo 26 describe cómo y por qué
iban a juzgar a Jeremías y corría peligro su vida.
Dios le recordó a Jeremías que quería que se diera su mensaje completo: «No retengas palabra». Jeremías puedo haberse visto tentado a dejar fuera las partes del mensaje que hubieran puesto a la audiencia en su contra, que sonaran demasiado duras o lo hubieran hecho parecer como un traidor. Pero por orden de Dios, no debía borrar ninguna parte del mensaje para acomodarse a él, a su audiencia ni a las circunstancias en las que se encontraba.
El
arresto de Jeremías es una consecuencia de su controversia con los falsos
profetas y sacerdotes corruptos, porque profetizó que el templo sería destruido
y la ciudad asolada. Los príncipes de Judá, quienes tenían la responsabilidad
de las decisiones legales, se sentaron en la entrada de la puerta nueva para
escuchar las acusaciones (v. 10). Tras oír la defensa de Jeremías, los
príncipes decidieron a su favor.
Silo
era el lugar donde se levantó el tabernáculo después de la conquista de Canaán.
Los filisteos lo destruyeron en 1050. «Yo pondré esta casa como Silo» significa
que Jerusalén y su templo serían destruidos. Cuando Jeremías dijo que
Jerusalén, la ciudad de Dios, sería puesta por maldición y el templo sería
destruido (26.6), los sacerdotes y los falsos profetas se enfurecieron. El
templo era importante para ellos porque la reverencia que el pueblo le rendía
le confería poder. Al decir que el templo sería destruido, Jeremías socavó su
autoridad. Jesús también se enfureció con los líderes religiosos de su tiempo,
al anticipar la destrucción de Jerusalén y el templo
A
Jeremías lo señalaron como traidor porque profetizó la destrucción de la ciudad
y del templo. Pero el «valiente» pueblo abogaba por una alianza para pelear
contra Babilonia y mantener su independencia.
Este
pasaje cita literalmente a Miqueas 3:12; la única ocasión en que un profeta
cita a otro dando la fuente.
Como
Ezequías se arrepintió y oró, el Señor liberó la ciudad de Jerusalén en el 701
a.C.
Los
ancianos recordaron las palabras del profeta Miqueas, muy similares a las que
dijo Jeremías. Cuando Miqueas hizo un llamado para que el pueblo se
arrepintiera, no lo mataron sino que echaron a un lado su maldad. Si bien el
pueblo no mató a Jeremías debido a esta historia, perdieron de vista el punto
principal: la aplicación de la historia era para ellos. Le perdonaron la vida,
pero no salvaron las suyas por no arrepentirse de sus pecados.
El ejemplo
de Urías, un contemporáneo de Jeremías, se cita para ilustrar el riesgo
personal que este último enfrentaba. Urías fue extraditado desde Egipto y
ejecutado por Joacim, algo que contrasta vívidamente con la actitud asumida
hacia Miqueas por el buen rey Ezequías. Sin embargo, su ejecución no constituye
el único caso dentro de la tradición profética.
Urías
era más bien un profeta desconocido que lo ejecutaron por proclamar fielmente
la Palabra de Dios. Esto nos muestra que Dios ha tenido otros profetas cuyas
palabras no se han incluido en la Biblia.
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