sábado, 11 de agosto de 2018

Leyendo... Jeremías capítulo 52



LECTURA DIARIA:
Jeremías capítulo 52

Este capítulo ofrece más detalles sobre la destrucción de Jerusalén narrada en el capítulo 39,  muestra que las profecías de Jeremías relacionadas con la destrucción de Jerusalén y el cautiverio babilónico sucedieron tal y como los predijo.

En los versículos 1-3 se da el conocido esquema histórico del libro de los Reyes, haciendo el juicio teológico del reinado de Sedequías, que resultó digno sucesor de su hermano Joaquim, ya que favoreció el sincretismo religioso e hizo el mal a los ojos de Jehová.
Los versículos 2-4 se encuentran en 39.1-10, y son idénticos a 2 de Reyes 25.1-7. Sólo se da como dato nuevo la alusión a la carestía de vida en Jerusalén. Según estos datos, el ataque de las tropas de Nabucodonosor a Jerusalén tuvo lugar entre diciembre del 589 a enero del 588. El sitio duró hasta el año 586. La caída de Jerusalén fue en este año, en el mes cuarto, es decir, junio-julio. La huida fue por el lado sur de la ciudad, junto a los jardines reales. Los babilonios atacaban por el norte, la parte más vulnerable, y los fugitivos buscaron el camino del desierto o Araba, como lugar más propicio para pasar inadvertidos. En los llanos de Jericó fue cogido el rey, abandonado de sus soldados, cumpliéndose así la profecía de Jeremías. El rey fue llevado a Ribla, en la Alta Siria, donde Nabucodonosor tenía su cuartel general. El castigo infligido a los hijos del rey, asesinados a la vista del padre, está en consonancia con las bárbaras costumbres antiguas orientales.
El quinto mes del año 19 de Nabucodonosor es julio-agosto del 586, es decir, un mes después de la toma de Jerusalén por las tropas babilonias. Aún hoy día los hebreos celebran como día de luto este fatídico 10 del mes quinto (julio-agosto) del 586, en que la Ciudad Santa fue total y sistemáticamente desmantelada. Después de haber tomado la ciudad, el lugarteniente de Nabucodonosor, Nabuzardán, se fue a Ribla con el rey Sedequías y los magnates judíos para presentarlos al rey caldeo y, al mismo tiempo, recibir órdenes concretas sobre la conducta a seguir con los vencidos y con la ciudad de Jerusalén. El rey babilónico decidió destruir totalmente la ciudad que tantas preocupaciones le había costado. En el año 598 la había perdonado, pero ahora lo mejor parecía desmantelarla y dejarla inerme para que no tuvieran sus habitantes la veleidad de sublevarse de nuevo contra él.
El autor constata con tristeza la situación en que fue dejada la ciudad. El templo fue totalmente desmantelado.
Después del fin de la resistencia de los judíos, fueron entregándose a los babilonios algunos personajes influyentes que habían logrado substraerse al primer contacto con los vencedores.

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