miércoles, 8 de agosto de 2018

Leyendo... Jeremías capítulo 49



LECTURA DIARIA:
Jeremías capítulo 49

En este capítulo se insertan las profecías contra los pueblos vecinos de los israelitas: Amón, Edom, Damasco, Arabia y aun contra el lejano Elam.

La primera acusación contra Amón era el atropello que habían cometido al usurpar el territorio que secularmente había pertenecido a los israelitas. Ahora el profeta lanza otra acusación similar a la expuesta contra Moab: el orgullo. Fiada en sus riquezas y tesoros naturales, se creía a resguardo de toda contingencia. Su misma posición geográfica favorecía su aislamiento: ¿quién vendrá contra mí? Por ello, ahora Dios va a mostrar su poder sobre la altiva Amón. Los enemigos invadirán el territorio de tal forma, que los amonitas, despavoridos, no sabrán adonde huir.
El anuncio de la invasión sobre Edom empieza con una interrogación irónica. Los habitantes de Moab estaban orgullosos de sus viñedos; los de Amón, de sus feraces valles, y los de Edom, de su tradición sapiencial. Era el lugar de la sabiduría. Sin embargo, como los viñedos y los valles feraces no habían servido para nada a la hora de la prueba de Moab y de Amón, así la supuesta sabiduría excepcional de nada servirá a los edomitas cuando les llegue la hora del castigo.
El profeta anuncia aquí una nueva invasión sobre la opulenta Siria. El profeta presenta la invasión viniendo del norte, ruta tradicional de los invasores mesopotámicos.
Dios mismo será el que cause la ruina de Damasco, consumiendo por el fuego los palacios de Ben-Hadad, que era el nombre común en los reyes de la dinastía siria.
Esta profecía va también dirigida contra los hijos de Oriente, designación que en la Biblia se aplica a las poblaciones beduinas o semibeduinas del desierto arábigo más allá de  Amón, Moab, Edorn.
La desolación será total, ya que el lugar donde antes estaba Jasor se convertirá en guarida de chacales. Entre sus ruinas sólo morarán las fieras salvajes.
Elam era el, reino, que se extendía al este de Mesopotamia, con Susa por capital. En realidad, Elam no había tenido ninguna relación con el reino de Judá. Pero el profeta, que quiere destacar el dominio que Dios tiene sobre los destinos de todos los pueblos, bien pudo vaticinar el futuro de una nación lejana, de la que ciertamente había oído hablar.
Pero, en toda profecía conminatoria hay un rayo de esperanza y de rehabilitación: Pero al fin de los días haré volver a los cautivos de Elam. Esta repatriación parece expresar una manifestación particular de los designios misericordiosos que Dios tiene sobre el castigado Elam.

No hay comentarios:

Publicar un comentario