martes, 21 de agosto de 2018

Leyendo... Ezequiel capítulo 3



LECTURA DIARIA:
Ezequiel capítulo 3

Antes que el profeta pudiese comunicar el mensaje, primero tenía que asimilarlo.
En su visión, Ezequiel comió el mensaje de Dios y encontró que este alimento espiritual no solo era bueno para él sino que era dulce como la miel.

Su determinación de profetizar tenía que ser más fuerte que la renuencia de Israel a escuchar.
Ezequiel debía permitir que las palabras de Dios penetraran en su corazón antes de predicarlas a los demás. El mensaje de Dios debe penetrar en su corazón y mostrarse en sus acciones antes de que pueda ayudar eficazmente a que otros lo comprendan y lo apliquen.
El llamado de Ezequiel era hablarles a los exiliados, a fin de prepararlos para la destrucción de Jerusalén y el templo.
Me levantó el Espíritu, una expresión favorita de Ezequiel, la cual indica la activa participación del Espíritu en el proceso de la revelación divina
El profeta se había identificado totalmente con el Señor y experimentaba la ira que en el justo suscita el pecado. La mano de Jehová
Ezequiel estaba amargado y enojado, no con Dios, sino por los pecados y actitudes del pueblo. Su visión extraordinaria había terminado y ahora tenía que comenzar la tediosa tarea de profetizar en medio de su pueblo, al que parecía importarle muy poco los mensajes de Dios. Antes del cautiverio, el pueblo había oído a Jeremías, pero no había prestado atención. Ahora Ezequiel tenía que dar un mensaje similar, y esperaba que lo volvieran a rechazar. Pero la visión de los seres vivientes y de las ruedas retumbantes estaban de su lado. No tenía nada que temer porque Dios estaba con él.
A pesar de conocer el probable resultado, Ezequiel obedeció a Dios.
Ezequiel se sentó en silencio en medio del pueblo durante siete días. Este era el período de luto que se acostumbraba por los muertos. Ezequiel estaba guardando luto por aquellos que estaban espiritualmente muertos. Tel-abib era la localidad donde se establecieron los judíos cautivos de Jerusalén.
En el antiguo Israel se estacionaban atalayas sobre los muros para advertir a la gente del peligro y de mensajeros que se aproximaban. A los profetas también se les llamaba atalayas. Ezequiel va a advertirles que cada persona es responsable de su propia conducta.
Un atalaya permanecía en el muro de la ciudad y advertía al pueblo de un peligro inminente. El papel de Ezequiel era ser un atalaya espiritual que advertiría al pueblo del castigo que vendría. Algunos piensan que «su sangre demandaré de tu mano» significa que de la misma forma en la que un atalaya del muro pagaría con su propia vida si no advertía a la ciudad que los enemigos se acercaban, Ezequiel sería castigado con la muerte si se hubiera negado a advertir al pueblo que vendría castigo por sus pecados. Otros creen que significa simplemente que Dios haría responsable a Ezequiel de los que se perdieran.
Si el pueblo que quedaba en Judá continuaba con sus pecados, ellos, su tierra y sus ciudades serían destruidos por los ejércitos de Nabucodonosor. Si, por otro lado, se volvían a Dios, sus vidas serían perdonadas. Dios haría responsable a Ezequiel por sus compatriotas judíos si no les advertía sobre las consecuencias de sus pecados.
Ezequiel reconoció su impotencia ante Dios y cayó postrado en la presencia del Señor.
A Ezequiel se le permitía hablar únicamente cuando Dios tenía un mensaje para el pueblo. El pueblo sabía que cualquier cosa que él dijera era mensaje de Dios. No tenían que preguntarse si Ezequiel hablaba por la autoridad de Dios o por iniciativa propia.

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