miércoles, 29 de agosto de 2018

Leyendo... Ezequiel capítulo 11



LECTURA DIARIA:
Ezequiel capítulo 11

Los veinticinco hombres de este capítulo eran los consejeros de la ciudad, los cuales trazaban la política oficial.

Como estos veinticinco hombres no habían partido al exilio, asumían una posición privilegiada.
Su castigo se completó cuando Dios abandonó Jerusalén. La puerta de la ciudad era el lugar en donde los mercaderes y los políticos realizaban sus negocios, por lo tanto, los veinticinco hombres pudieron haber representado los gobernantes de la nación. Debido a sus puestos de liderazgo, eran responsables por descarriar al pueblo. Habían dicho que Jerusalén estaba segura ante otro ataque de los babilonios. “Esta será la olla y nosotros la carne” significa que creían que eran lo más selecto, los de influencia, los que serían protegidos de todo peligro. Sin Dios la situación siempre es precaria.
Desde el momento en el que entraron en la tierra prometida, los israelitas fueron advertidos de que no copiaran las costumbres y las prácticas religiosas de otras naciones. Desobedecer este mandamiento y seguir las costumbres paganas en vez de las leyes de Dios siempre les acarreó problemas.
Dios prometió a los cautivos en Babilonia que continuaría estando con ellos aun cuando habían abandonado Jerusalén. Esta era una gran preocupación para los judíos porque creían que Dios estaba presente principalmente en el templo. Pero Dios les aseguró que continuaría siendo su Dios a pesar del lugar en el que estuvieran. En medio del mensaje ardiente de castigo de Ezequiel se levantaba un fresco oasis: la promesa que hizo Dios de restaurar a los pocos fieles en su tierra natal.
Los mensajes de Dios por medio de Ezequiel están llenos de ironía. Aquí Él dice que los judíos en cautiverio son los fieles y aquellos que están en Jerusalén son los pecadores y los malvados. Esto era lo contrario de lo que el pueblo percibía. Las apariencias pueden engañarnos.
Dios era el santuario para el remanente justo. Aquellos idólatras, aun cuando adoraban en el templo de Jerusalén no encontrarían un verdadero santuario, pero los cautivos fieles aun cuando estuvieran lejos de casa, serían protegidos por Dios.

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