sábado, 17 de marzo de 2018

Un momento... UNA JUSTICIA QUE NO FALLA



UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
UNA JUSTICIA QUE NO FALLA

Hay algo que debemos cuando decimos que en Cristo somos más que vencedores. La ley demandaba que el ser humano la cumpliera, pero en Romanos 7 dice que una vez que Cristo muere en la cruz, nosotros, como estábamos conjuntamente crucificados con él morimos a la ley. 
Pero ahora que nosotros hemos resucitado con Cristo, ahora somos propiedad de Jesús, ya no somos de la ley. Esto no significa, de hecho, que la ley haya sido abolida en el sentido de que ya no exista. Porque la ley sigue siendo la regla moral, el patrón de DIOS, para nuestra vida.
Esto es muy importante que nosotros lo entendamos, para poder dar testimonio vivo de la nueva vida por la que estamos caminando. Estamos caminando en una vida resucitada, los que hemos muerto con Cristo. O sea: para que la ley no tenga derechos sobre mi vida, necesito estar muerto.
Morir con Jesucristo y resucitar con Jesucristo. 
Entonces, el mensaje que la Biblia deja, es que necesitamos morir. Y como en su momento no podíamos morir, Cristo lo hizo en nuestro lugar. 
Y en la cruz, Cristo absorbe todo el juicio, toda la ira y el enojo de un DIOS santo, que demandaba contra la persona que pecara, Cristo lo lleva absolutamente todo sobre su cuerpo, en nuestro lugar.
Y nosotros solamente debemos de creerle a DIOS, que esto es lo que Él hizo en la cruz, para que Cristo pueda entrar a nuestra vida, como alguien que cumplió toda justicia y toda la ley. Y una vez que nosotros comprendemos esto, comprendemos que ya siendo cristianos y ya siendo resucitados, necesitamos proteger nuestra vida de ataques del enemigo.
Principalmente, cuando nos bombardee en nuestra mente, en nuestra imaginación. 
Nunca el ser humano, el cristiano, había sido bombardeado con tanta inmoralidad, con tantas tentaciones, como las que estamos enfrentando en esta época que nos toca vivir.
Siempre satanás va a atacar a la mente de las personas, procurando debilitarlos moralmente. 
Satanás sabe que cuando se produzca la Segunda Venida de Jesucristo, él va a ser echado por mil años y encerrado en el abismo. Entonces lo que puede hacer, de ninguna manera es impedirlo, pero sí puede, dilatarlo, postergarlo.
Pero cómo él sabe que le queda poco tiempo, él hace lo único que está en condiciones de hacer hoy, y es lanzar ataques lo más devastadores posibles, con la finalidad de mantener el control de este territorio llamado Tierra, y así postergar la Segunda Venida todo lo que pueda.
Créeme que a Satanás no le interesa demasiado que alguien se convierta y se vaya al cielo, porque de todos modos, él ya sabe que todos los que se conviertan se van a ir al cielo, no puede impedirlo. Lo que sí le importa es sostener todo lo que pueda su dominio sobre este territorio, seguir como el dios de este siglo.
Así es que, toda la maldad que anda dando vueltas por el mundo, está dirigida en contra de la iglesia, para debilitarla moralmente. 
Un cristiano inmoral, un cristiano que sucumbe, por ejemplo, a la pornografía, un cristiano que sucumbe a las tentaciones sexuales, que practica la fornicación, el adulterio, el homosexualismo, es un cristiano paralizado.
Es como si estuviera en una prisión invisible, porque la inmoralidad paraliza a las personas y no les permite contar con la protección de Dios sobre sus vidas, ni sobre sus futuros, ni sobre sus familias, ni sobre sus hijos ni sobre sus trabajos.
Cómo será de grave la inmoralidad, que Pablo le dedica todo un capítulo en su carta a los Romanos. La inmoralidad lleva a las personas a no poder distinguir entre el bien y el mal.
Pero para que el cristiano pueda estar protegido de esos ataques, el apóstol Pablo habla en la carta a los Efesios capítulo 6 versículos del 13 al 18, que DIOS nos ha provisto una armadura. Y así como un soldado necesitaba un casco, un escudo, una espada en el tiempo antiguo para ir a pelear, así también nosotros en lo espiritual. 
Leamos, analicemos y utilicemos cada parte de esta armadura para vivir protegidos ante los ataques del enemigo que nos acecha cada día.
Dios les bendiga abundantemente.

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