lunes, 3 de julio de 2017

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LECTURA DIARIA:
2 de Crónicas 36

Al morir Josías, lo sucedió en el trono su hijo Joacaz, cuyo reino duró sólo tres meses. No hay duda alguna que los que lo proclamaron rey ya habían vuelto a sus prácticas idólatras “conforme a todas las cosas que habían hecho sus padres”.
La derrota sufrida por Josías a manos de Necao convirtió a los egipcios en un poderío militar supremo sobre Judá. Como una señal de la justicia divina, la destitución de Joacaz marca el fin del gobierno independiente en Judá.
Necao depuso a Joacaz y colocó en el trono al hermano mayor, cambiándole el nombre a Joacim, e imponiéndole el pago de impuestos. 
Necao llevó a Joacaz cautivo a Egipto, donde murió.
Joacim tenía 25 años cuando comenzó a reinar y reinó 11 años en Jerusalén. Su acceso al trono sella la determinación de Dios de enviar a su pueblo al cautiverio en Babilonia, ya que durante su reinado el poderío egipcio pasó a manos del dominio babilónico.
Durante sus 11 años de reinado, Joacim hizo lo malo ante los ojos de Jehová su Dios. Sus acciones funestas incluyeron el cobro de un impuesto al pueblo para poder pagar tributos al faraón, mientras él mismo vivía rodeado de mucho lujo; injusticia y opresión contra los pobres y persecución de los profetas que Dios enviaba para recriminarlo por sus pecados.
Después de un breve tiempo de sometimiento al poderío babilónico, Joacim se sublevó. Nabuconodosor conquistó Jerusalén en el tercer año del reinado de Joacim. En este tiempo tuvo lugar la primera deportación. En este primer grupo de cautivos estaban Daniel y algunos judíos selectos. 
La segunda deportación tuvo lugar en el 597 a. de J.C., en la cual estuvo Joaquín. Este era el comienzo de 70 años en el cautiverio babilónico. En su lugar reinó su hijo Joaquín.
Joaquín tenía 18 años cuando comenzó a reinar. Reinó durante tres meses y 10 días. Siguiendo el ejemplo de su padre, hizo lo malo ante los ojos de Dios. Nabuconodosor lo mandó al cautiverio en Babilonia juntamente con los utensilios de la casa de Jehová. En este grupo selecto, se encontraban el profeta Ezequías y 10.000 líderes. Después de pasar 37 años en el cautiverio, Joaquín fue indultado por Evilmerodac, rey de Babilonia. Le hizo sentar a su mesa y estuvo en la presencia del rey en Babilonia “todos los días de su vida”. Matanías, hermano de su padre, reinó en su lugar, bajo el nombre de Sedequías.
El reinado de Sedequías cubre la tercera y última etapa de la narración del cronista sobre los reyes de Judá. Esta última etapa del cautiverio babilónico incluye la destrucción de Jerusalén, el saqueo e incendio del templo y la deportación del resto de la población, que tuvo lugar en el año décimo primero del reinado de Sedequías. El último de los 20 reyes de Judá fue escogido por un idólatra, mientras que el primero (David) fue escogido por Dios. 
Sedequías resultó ser tan malo como sus antecesores. Hizo lo malo ante los ojos de Jehová su Dios, y no se humilló. La gracia de Dios se mantuvo abierta al rey y a la nación, de tal modo que si se arrepentían, Dios los habría perdonado. La dureza de corazón continuó; se burlaban de los mensajeros de Dios, hasta que la ira de Jehová estalló contra su pueblo, y ya no hubo remedio. Sedequías era un hombre débil de carácter, fácilmente controlado por algunos individuos egoístas y malvados que lo rodeaban en la corte.
Finalmente, los versículos. 22 y 23 cubren el tema de la restauración.

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