domingo, 2 de julio de 2017

LEYENDO... 2 de Crónicas 35


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LECTURA DIARIA:
2 de Crónicas 35

El capítulo 35 se ocupa del tercer tema que cubrió el ministerio de Josías. La celebración de la Pascua en el año 18 de su reinado era la coronación de su programa de reforma religiosa, según la ley de Moisés. En otras celebraciones de la Pascua, poca atención se había prestado a los detalles, como en la que se celebró bajo Ezequías en el segundo mes, en vez del primer mes y sin la adecuada purificación del pueblo.
La que Josías celebró se ceñía a la observancia estricta de las leyes mosaicas el 14 del mes primero. A los levitas encargados de la enseñanza les dio la orden de colocar el arca sagrada en el templo que edificó Salomón. Esta es una indicación de que los levitas habían sacado el arca del templo con el fin de protegerla; muy probablemente, durante los años de apostasía de Manasés y Amón. De esta acción se desprende la idea de que el arca habría llegado a su morada permanente, según el ideal de David.
El rey y la oficialidad del templo proveyeron de buena voluntad y con generosidad los animales para el sacrificio pascual. Por sobre la abundancia de detalles y el ornato registrado durante la conducción de las celebraciones, el cronista no hace mención alguna de que el pueblo experimentara un avivamiento espiritual. 
Asaron al fuego la carne de la víctima de la Pascua, según lo establecido. Solo el cronista asocia las ofrendas quemadas con la celebración de la Pascua. El evento tiene trascendencia porque, en la opinión del cronista, la última vez que se celebró la Pascua como lo estaba haciendo Josías tuvo lugar en el tiempo del profeta Samuel. 
Josías había terminado su obra de reparación del templo, cuando Necao, rey de Egipto, subió a combatir en Carquemis, junto al Eufrates. En el 609 a. de J.C., Necao trató de heredar el dominio del imperio asirio en el oeste. Nínive había sucumbido tres años antes. Los egipcios se oponían a las pretensiones de Babilonia de dominar sobre Asiria. Lo cierto fue que Josías estaba aliado con Babilonia en su oposición al dominio asirio. Mientras el enemigo de Necao era Babilonia, quería aislar a Josías en su campaña militar de Carquemis. Con este fin, Necao envió mensajeros a Josías.
Para sorpresa del mismo cronista, las palabras de Necao procedían de la boca de Dios. Si Josías hubiera sido sensible a la voz de Dios, habría preservado su vida. Lamentablemente, Josías había rechazado una profecía divina.
Siguiendo el ejemplo de Acab, se disfrazó para protegerse del enemigo. Desobedeciendo a la revelación divina, Josías salió al campo de batalla, en el valle de Meguido, donde luego de ser herido murió.

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