sábado, 24 de noviembre de 2018

Un momento... LA IMAGEN DE DIOS EN NUESTRA VIDA



UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
LA IMAGEN DE DIOS EN NUESTRA VIDA

En la Biblia encontramos que al crear al hombre DIOS dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó" (Génesis 1.26-27).

Desde el comienzo, DIOS hizo a los seres humanos a su propia "imagen", semejantes a Él.
Somos, aunque en medida limitada, semejantes a DIOS en cuanto a que tenemos un poder mental y una imaginación creadora como la suya,  algo que ninguna otra criatura tiene.
La Biblia revela claramente que en el ser humano hay un "espíritu". El apóstol Pablo escribió: "¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual" (1 Corintios 2.11-13).
Esta "esencia espiritual", que va unida al cerebro humano, eleva al género humano notoriamente por encima del reino animal. El ser humano realmente es único. Realmente es hecho "a imagen de DIOS", su Creador.
Al pecar el hombre introdujo su naturaleza pecadora, distorsionando la imagen de DIOS y su santidad.
La única manera de restablecer la imagen de DIOS es nacer nuevamente de forma espiritual, lo que la Biblia llama “un nuevo nacimiento”.
Esto de "nacer de nuevo" ¿es acaso una mera experiencia religiosa emocional que se logra despertar en los servicios religiosos o en las campañas evangélicas? 
¡De ninguna manera! Nacer de nuevo es la experiencia más importante y trascendental que podamos imaginar. ¡Es nada más y nada menos que nacer dentro de la Familia de DIOS!
Por eso el apóstol Pablo nos dice: "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse" (Romanos 8.16-18).
 Aquí la Biblia indica claramente que los cristianos verdaderos van a ser "coherederos" con Cristo y que seremos "glorificados" junto con Él.
Este ha sido el supremo propósito de Dios ¡desde el principio! No una simple idea sentimental de vivir algunas experiencias emotivas o de cumplir una serie de rituales. (Apocalipsis 12.9).
Una y otra vez, la Biblia reitera que no nos convertimos en hijos de Dios automáticamente por medio de alguna experiencia religiosa o emocional, sino que debemos hacer entrega total de nuestro ser al Creador.
Cuando por fin hacemos esa entrega total a DIOS para dejar que Él gobierne nuestra vida, cuando aceptamos al verdadero Jesucristo como nuestro Salvador y Señor y dejamos que viva su vida de obediencia en nosotros mediante el Espíritu Santo (Gálatas 2.20), entonces sí, pero no antes, DIOS pondrá su Espíritu dentro de nosotros.
Solamente los auténticos vencedores heredarán la vida eterna como hijos e hijas del DIOS Eterno.
Jesús dijo: "Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre" (Apocalipsis 2.26-27).
Dios les bendiga abundantemente.

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