viernes, 16 de noviembre de 2018

Leyendo... Amós capítulo 9



LECTURA DIARIA:
Amós capítulo 9

El castigo comenzaría en el altar, el centro de la vida de la nación, el lugar donde el pueblo esperaba ser protegido y bendecido.
Este castigo abarcaría a las 12 tribus. Algunos comentaristas piensan que era el altar de Bet-el y otros que era el altar del Templo de Jerusalén. Dios destruiría aquello en lo que fundaban su seguridad con el fin de que se volviesen a Él. Pero Dios promete restaurar su pueblo.
El monte Carmelo y el Seol son símbolos de la muerte. Nadie puede escapar del castigo de Dios. Estas eran buenas noticias para los fieles pero malas noticias para los infieles.
Etiopía, al sur de Egipto, era una tierra remota y exótica para los israelitas. Caftor es una isla en Creta, en donde los filisteos vivían originalmente. Dios juzgaría a Israel de la misma forma que juzga a las naciones extranjeras. No es solo el Dios de Israel; es el Dios del universo y tiene el control de todas las naciones.
Amós aseguró a los israelitas que el castigo de Dios no sería permanente. Dios quiere redimir, no castigar. Pero cuando el castigo es necesario no lo detiene. Al igual que un padre amoroso, Dios disciplina a los que ama para poder corregirlos. Si Él lo disciplina a usted, acéptelo como un signo de su amor.
A pesar de que Asiria destruiría a Israel y se llevaría a su pueblo al exilio, algunos serían preservados. Este exilio se había predicho cientos de años antes. A pesar de que la nación fue purificada por medio de esta invasión y cautiverio, ningún verdadero creyente se perdería eternamente. Nuestro sistema de justicia no siempre es perfecto, pero el de Dios sí. Los pecadores no quedarán impunes; los fieles no serán olvidados. Los verdaderos creyentes no se perderán.
El pacto que Dios hizo con David establecía que uno de los descendientes de David estaría sentado en el trono para siempre. El exilio hizo que esto fuera imposible. Sin embargo, “en ese tiempo” Dios levantará y restaurará el reino según lo prometido. Esta era una promesa tanto para Israel como para Judá, que no se cumpliría en un gobernante político terrenal, sino en el Mesías, que renovaría el reino espiritual y gobernaría para siempre.
Amós cierra el círculo de su mensaje con este tercer ciclo. Empezó por desistir de la completa destrucción del pueblo y ahora termina con una afirmación de promesas gloriosas para el futuro.
Amós vislumbra una economía agrícola tan próspera que la cosecha de un año todavía está siendo segada cuando el que ara sale a preparar la tierra para el siguiente año; la vendimia de un año todavía está siendo pisada cuando la semilla del siguiente año está esperando para ser plantada.
Amós anunció las advertencias de la destrucción de Dios a causa de la maldad.
Debemos permitir que las palabras de Amós nos inspiren a vivir fielmente como Dios anhela.

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