miércoles, 28 de noviembre de 2018

Leyendo... Miqueas capítulo 4




LECTURA DIARIA:
Miqueas capítulo 4

El monte de la casa de Jehová puede considerarse una referencia al reino espiritual de Dios, que Miqueas dice que vendrá en los postreros tiempos, término que se refiere a la época venidera del Mesías, unos setecientos años después de Miqueas.
La ley significa aquí «instrucción» o «enseñanza» y no es un término técnico para referirse al código mosaico.
La frase, «en los últimos días», describe los días cuando Dios reinará sobre su reino perfecto. Será una era de paz y bendición, cuando la guerra terminará para siempre. No podemos fijar con exactitud su fecha, pero Dios ha prometido que llegará.
Los versículos 9-13 hablan del cautiverio de Babilonia en el año 586 a.C., incluso antes de que Babilonia llegara a ser un imperio poderoso. De la misma forma que Dios promete un tiempo de paz y prosperidad, también promete castigo y castigo para todos los que se nieguen a seguirlo. Ambos resultados son seguros.
Andar cada uno en el nombre de su dios alude a la identificación que se ha producido con esa deidad. Como los seres humanos dependen de sus dioses, tratan de imitarlos y no se avergüenzan de asociar sus nombres a ellos o confesarse sus seguidores. Los fieles proclaman con todas sus fuerzas que el único Dios verdadero es su Dios, el Señor (Jehová) .
Sion era la colina que en Jerusalén constituía el lugar favorito de David y el lugar de su morada real. Al sustituir el todo por la parte más gloriosa de la ciudad, Sion llegó a representar a toda Jerusalén
Miqueas predijo el final de los reyes, una declaración drástica para Judá que pensaba que su reino duraría para siempre. Y dijo que Babilonia destruiría la tierra de Judá, que se llevaría cautivo al rey, pero que luego Dios ayudaría a que su pueblo regresara a su tierra. Todo esto sucedió tal y como Miqueas lo profetizó. Estos hechos están registrados en 2 de Crónicas 36.9-23 y Esdras 1; 2.
La profecía de Miqueas sobre la deportación de Judá a Babilonia se cumplió en el 586 a.C. La profecía sobre su liberación o redención, mencionada aquí, se cumplió.  
Cuando Dios revela el futuro, su propósito va más allá de la satisfacción de nuestra curiosidad. Quiere que cambiemos nuestro comportamiento presente por lo que conocemos del futuro.

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