sábado, 12 de mayo de 2018

Leyendo... Isaías capítulo 28



LECTURA DIARIA:
Isaías capítulo 28

Este pasaje nos hace regresar al segmento final del reino de Ezequías y a las luchas con Senaquerib. El tema principal es el enfrentamiento de Judá con Asiria y la tentación de buscar auxilio en Egipto.


Efraín representa el reino del norte de Israel, gobernado por una sucesión de reyes malvados. Cuando Israel se dividió después del reinado de Salomón, Jerusalén quedó en el reino del sur. Los líderes del reino del norte, deseando permanecer separados por completo de sus parientes del sur, levantaron ídolos para evitar que el pueblo fuera al templo de Jerusalén a adorar. Esto llevó al pueblo del reino del norte a la idolatría. Isaías dio este mensaje a Israel para amonestarlo, así como también a Judá para instarlo a arrepentirse antes de que recibiera el mismo castigo que el reino del norte recibió solo unos años después.
Israel se gloriaba de la belleza de su capital Samaria y de las riquezas y el lujo que ella atesoraba.
Aquellos soberbios líderes desoyeron las profecías de Isaías y lo ridiculizaron, acusándolo de intentar aleccionarlos con historias infantiles.
Por su irreverencia y testarudez Dios enviará contra ellos a un invasor foráneo (Asiria), cuya lengua les parecerá una jerigonza; como rechazaron las enseñanzas que Dios les ofrecía por medio de los profetas, un conquistador extranjero pronunciaría palabra de juicio sobre ellos en extraña lengua (la lengua asiria).
Aunque preocupado con Judá, Isaías comienza con una visión retrospectiva de la miserable década final en la historia de Efraín, las 10 tribus norteñas. Sus líderes y gente prominente se convirtieron en ebrios, rehusando escuchar las advertencias de Jehová.
Estos versículos ponen de manifiesto la reacción del pueblo ante Isaías. Es más, decían: «Isaías nos habla como un maestro de escuela lo hace a los niños pequeños. No necesitamos que nos enseñen. Nosotros decidiremos». Por tener esta actitud, Isaías les profetizó que los asirios les enseñarían de una manera que les gustaría mucho menos.
Dios aplica el ejemplo de Israel a Judá, que no tenía fe en Jehová, por lo que concertó alianzas que la protegieran de la muerte; pero su aliado, Egipto, servía de refugio a la mentira
Judá temía a los asirios, «el turbión del azote». En vez de confiar en Dios, se volvió a otras fuentes de seguridad. Dios la acusó de negociar con la muerte.
Dios reitera a Judá que debe confiar en su intervención, la cual ha estado presente en Sion durante años. Su propósito era obrar, como en los siglos pasados y también en el futuro, por medio de la dinastía davídica, un cimiento estable.
El Señor pondrá en marcha la estrategia correcta en el momento justo, a fin de que su propósito se cumpla y traiga arrepentimiento y redención.

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