lunes, 4 de julio de 2016

Leyendo... Éxodo capítulo 8

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LECTURA DIARIA:
Éxodo capítulo 8

La duración de la primera plaga por toda una semana habría convencido a todos de que fue producida no por causas accidentales, sino por un poder omnipotente.

Sin embargo, no produjo buen efecto, y a Moisés, Dios le mandó entrevistarse con el Faraón y advertirlo, en caso de que perseverase su dureza, con la imposición de una plaga nueva y diferente.
Moisés predijo que cada casa en Egipto se llenaría de ranas. Los pobres de Egipto vivían en pequeñas casas de adobe de uno o dos cuartos con techos de troncos de palmera. Sin embargo, las casas de los ricos eran, con frecuencia, de dos o tres pisos de alto, rodeados de jardines ornamentales y protegidos con paredes altas. Los sirvientes vivían y trabajaban en el piso inferior mientras que la familia ocupaba los pisos superiores. De modo que, si las ranas llegaban a las habitaciones reales, es que se habían infiltrado ya en los pisos superiores. No habría lugar en Egipto que estuviera a salvo de ellas.
Las ranas estaban asociadas a una diosa egipcia que ayudaba a las mujeres en el parto. Esta inusitada plaga demuestra que Jehová se había hecho sentir en todo el país.
El milagro, que se produjo al extender Aarón la vara sobre las aguas, consistía en que los reptiles salían de los pantanos en el mismo momento que él se los ordenaba.
Lo que los hechiceros de Egipto trataron de hacer, provocó que las ranas se multiplicaran aún más. Ellos habrían podido mostrar mejor su poder, haciendo desaparecer las ranas.
El poder de las " señales " divinas vence por un instante el poder del Faraón y lo obliga a reconocer al Dios de Israel como el verdadero Dios, confesándose culpable y suplicando a Moisés que interceda por él. Pero se trata de un cambio pasajero.
Pero cuando Faraón vio que había alivio, endureció su corazón.
Después de repetidas advertencias, Faraón continuó negándose a obedecer a Dios. Endurecía su corazón cada vez que cesaba la plaga. Su necia desobediencia trajo sufrimiento para él y para la nación entera.
La vara de Aarón, bajo la orden de Moisés, quien era mandado por Dios, esta vez tocó el suelo, y la tierra fue cubierta de piojos. Los hechiceros egipcios también trataron de imitar esta plaga pero no pudieron. Eso los forzó a confesar: ¡Este es el dedo de Dios! hasta los magos estuvieron de acuerdo en que era obra de Dios, pero Faraón se negó a creer.
Faraón iba temprano al río; Dios le dijo a Moisés que fuera a su encuentro, mientras caminaba sobre la orilla del Nilo, y que repitiera su petición de que fuesen libertados los israelitas, amenazando, en caso de su negación, con cubrir todas las casas desde el palacio hasta la humilde choza con enjambres de moscas, mientras que, como prueba del poder que efectuaba este juicio, la tierra de Gosén, la aldea de los hebreos, quedaría eximida de esta calamidad.
Ante la negativa de Faraón, ocurrió tal como lo había anunciado Moisés, Egipto se llenó de molestas moscas.
Faraón, entonces quiso hacer un trato con Moisés y Aarón. Permitiría que ellos hagan sacrificios a su Dios, siempre que lo hagan en la tierra de Egipto.
Pero eso sería una abominación ante Dios que ofrecieran sacrificios egipcios; y sería una abominación para los egipcios si ellos ofrecieran a Dios objetos de adoración de los egipcios, como becerros o bueyes. Debían hacer los sacrificios como Dios mandaba, no de otro modo. Pero la condición de Dios era precisa, los hebreos tenían que salir de Egipto.
Faraón les permitiría a los hebreos sacrificar, siempre y cuando no se alejaran. Moisés, ante esto prometió orar para que la plaga terminara. Y Dios hizo que las moscas desaparecieran, pero Faraón volvió a endurecer su corazón y no los dejó ir a adorar a Dios.

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