viernes, 29 de julio de 2016

Leyendo... Éxodo capítulo 29

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LECTURA DIARIA:
Éxodo capítulo 29

Originalmente Dios tenía la intención de que su pueblo escogido fuera una "nación de sacerdotes" que tratara directamente con El, tanto como nación, como en forma individual. Sin embargo, el pecado del pueblo evitó que eso sucediera, ya que una persona pecaminosa no era digna de acercarse a un Dios perfecto. 
Entonces Dios señaló sacerdotes de la tribu de Leví e ideó un sistema de sacrificios para ayudar a la gente a acercarse a El. Les prometió perdonar los pecados del pueblo si ofrecían ciertos sacrificios administrados por los sacerdotes en favor de ellos. A través de estos sacerdotes y de su obra, Dios deseaba preparar a todo el pueblo para la llegada de Jesucristo, el que una vez más ofrecería una relación directa con Dios para cualquiera que viniera a El. Pero hasta que Cristo llegara, los sacerdotes eran los representantes del pueblo ante Dios. Mediante este sistema del Antiguo Testamento, podemos comprender mejor el significado de lo que Cristo hizo por nosotros.
Un sacerdote era consagrado, esto es, hecho santo o separado enteramente para el servicio de Dios, por medio de una ceremonia especial.
El aceite de oliva se empleaba en la consagración de sacerdotes y reyes.
Los sacerdotes tenían que ofrecer primero este sacrificio en favor de sí mismos. El gesto de poner las manos sobre la cabeza del becerro es, en este caso, una forma simbólica de identificarse con el animal que va a ser ofrecido como sacrificio.
La ofrenda por el pecado, también llamada ofrenda por la culpa, era presentada por los pecados cometidos sin intención o intencionalmente para los cuales no había restitución posible. La culpa del pecado era simbólicamente transferida de quien presentaba la ofrenda al animal a través de la imposición de manos. Entonces se sacrificaba al animal, y la culpa quedaba saldada.
En la ceremonia de ordenación, la sangre del carnero se aplicaba sobre la oreja del sacerdote como una señal de que éste sólo escucharía la Palabra del Señor, sobre el dedo pulgar de la mano derecha como una señal de que cumpliría con sus deberes como sacerdote, y sobre el dedo pulgar del pie derecho como símbolo de que caminaría por senderos de justicia.
Aquí se instituye la sucesión sacerdotal a partir de Aarón.
Debía ofrecerse un cordero en el altar cada mañana, y el otro cordero a la caída de la tarde.
Esto tipifica la intercesión continua de Cristo que siempre vive para interceder por su iglesia. Aunque se ofreció a sí mismo de una vez para siempre, esa sola ofrenda se vuelve ofrenda continua.
La doble ofrenda diaria servía para evidenciar que cada día debía comenzar y concluir con una ofrenda de adoración a Dios.
Esto nos enseña también a presentar a Dios sacrificios de oración y alabanza cada día, mañana y tarde.
Este capítulo enfatiza la importancia de la alabanza y la devoción en la vida del pueblo y en la vida de cada siervo de Dios.

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