domingo, 3 de julio de 2016

Leyendo... Éxodo capítulo 7

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LECTURA DIARIA:
Éxodo capítulo 7

Dios constituyó a Moisés "dios para Faraón". En otras palabras, una persona poderosa que merecía ser escuchada.
Faraón mismo era considerado un dios, así que reconoció a Moisés como uno de sus pares. Su negativa a ceder ante Moisés demuestra, sin embargo, que Faraón no se sentía inferior a él.
Un profeta era el intermediario entre Dios y su pueblo. Moisés actuaba como vocero de Dios ante el pueblo y representaba al pueblo ante Dios.
Dios le dice a Moisés, Yo endureceré el corazón de Faraón, esto confirma la soberanía de Dios. Faraón era todavía un incrédulo arrogante. Dios utilizará esta circunstancia para demostrar su poder a Egipto e Israel.
Cuando Moisés y Aarón se presentaran ante Faraón, este exigiría alguna prueba de que ellos habían sido enviados por Dios; y como esperaría que los ministros de sus propios dioses hicieran las mismas obras, la contienda, por la misma naturaleza del caso, sería una contienda de milagros.
Egipto, como el resto de las culturas del Medio Oriente, era un país donde la magia florecía. Se creía que a través de la magia era posible influenciar o controlar a los dioses. Los sabios eran hombres que conocían las artes del ocultismo; los hechiceros dominaban las fórmulas y los encantos mágicos; los magos eran los encargados de los libros de magia.
Dios realizó un milagro al convertir la vara de Aarón en una serpiente. Pero los magos de Faraón pudieron imitar el acto con trucos o hechicería. Su “éxito” aparente muestra el poder de limitado de satanás para imitar ciertos milagros.
Faraón pidió una señal, pero cuando vio una, no creyó.
Ante la negativa de Faraón, Dios convirtió las aguas del Nilo en sangre para mostrar a Faraón quién era El.
Egipto era una gran nación, pero la mayor parte de la población se encontraba en las márgenes del río Nilo. Esta vía fluvial de casi cinco mil quinientos kilómetros era realmente un río de vida para los egipcios. Hacía posible la vida en una tierra que estaba prácticamente desierta al proporcionar agua para beber, para la agricultura, para el aseo y para la pesca. La sociedad egipcia era un cinturón de civilización alineado en las márgenes de esta fuente de vida y raramente se adentraba en el desierto que la rodeaba. Sin el agua del Nilo, Egipto no podía haber existido.
La plaga duró siete días; y en todo ese tiempo el orgulloso corazón de Faraón no le dejó desear que Moisés orara para eliminar la plaga.

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