jueves, 14 de julio de 2016

Leyendo... Éxodo capítulo 18

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LECTURA DIARIA:
Éxodo capítulo 18

Desde la primera mención a Jetro (Éxodo 2.16), el relato bíblico lo llama “el sacerdote de Madián”. No se sabe si era sacerdote del Dios de Abraham, de quién era descendiente, y si era monoteísta. Posiblemente era jefe de los sacerdotes de su pueblo, lo cual le daba una alta posición.
El Monte Sinaí estaba en el territorio donde regularmente pastaban los madianitas, Madián era vecino de Amalec. Jetro oyó todas las maravillas que Dios había hecho con Israel, por mano de Moisés su yerno, incluyendo la derrota de Amalec.
Cuando el pueblo hebreo se acercaba al Sinaí, Jetro tomó a Séfora y a sus hijos, Gersón y Eliezer, para que se reunieran con su padre. Gersón significa: “Forastero he sido en tierra ajena”. Y Eliezer: “El Dios de mi padre me ayudó, y me libró de la espada de Faraón”.
Moisés salió al encuentro de su suegro. “Se inclinó, y lo besó, y se preguntaron el uno al otro cómo estaban”.
Moisés relató a su suegro cómo Dios los había librado y cuidado hasta allí. Jetro se regocijó y reconoció que “Jehová es más grande que todos los dioses”. Él se convenció de la supremacía de Jehová sobre otros dioses.
Jetro ofreció holocaustos, o sacrificios en que se quema toda la víctima en ofrenda a Dios; y sacrificio de paz, en los que se come la víctima en comunión con otros delante de Dios. Así Jetro, Moisés, Aarón y todos los ancianos de Israel, celebraron las maravillas de Jehová y su cuidado para Israel.
Jetro dirigió la ceremonia, por ser el suegro de Moisés y sacerdote de Madián. El sacerdocio aún no estaba formalmente establecido en Israel. Esa función la ejercían aún los ancianos de las familias patriarcales.
En tiempos de los patriarcas, la justicia en la familia era impartida por el jefe del gens, o sea, la familia patriarcal. Durante su esclavitud los israelitas no tenían sistema judicial propio. Las tribus de Israel tenían jefes, y éstos parecen haber tenido también funciones judiciales.
Moisés se sentó, como el juez, mientras los litigantes esperaban durante todo el día. Jetro se asombró de que todo el pueblo fuera atendido en sus problemas por una sola persona. Ante el asombro de su suegro, Moisés dijo: “el pueblo viene a mí para consultar a Dios”. Es decir, a buscar la decisión final de Dios en la disputa por su asunto. En un pleito legal, o necesidad de dirección, “yo declaro las ordenanzas de Dios y sus leyes”.
La justicia aquí era en el contexto de sacrificios por pecados y comidas sagradas: expiación y comunión. Todo era sagrado. No había diferencia entre secular y sagrado. La diferencia era entre casos fáciles y casos difíciles, asuntos sencillos y asuntos complicados. Así fue desarrollándose la ley de Moisés, que era una combinación de grandes principios de revelación divina, aplicados a la vida diaria en el desierto.
Jetro explicó a Moisés lo impráctico de aquel sistema, pues terminaría desfalleciéndose tanto él como el pueblo. “No podrás hacerlo tú solo”.
La idea de Jetro era que Moisés decidiera qué hacer finalmente con su consejo. De todos modos debía interceder ante Dios, inquirir Su voluntad y someterlo todo a Él. No fuerza su consejo sobre su yerno.
La idea era entrenar a otros, enseñarles las ordenanzas y leyes, y las directrices sobre cómo impartir justicia.
Jetro aconsejó a Moisés escoger a “varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia”.
Los jefes de grupo se encargarían de lo simple y fácil, y dejarían a Moisés lo difícil y complejo.
Al decir Jetro: “Si esto hicieres, y Dios te lo mandare”, dejó que Moisés obedeciera finalmente la dirección del Señor. Moisés escuchó el consejo y lo llevó a cabo. Después de esto, Moisés despidió a su suegro, quien retornó a Madián.

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