miércoles, 27 de julio de 2016

Leyendo... Éxodo capítulo 27

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LECTURA DIARIA:
Éxodo capítulo 27

Delante del tabernáculo, en el atrio, donde entraba la gente, había un altar al cual debían llevar los sacrificios y sobre el cual los sacerdotes debían ofrecerlos a Dios. El altar era de madera revestida con bronce. Un enrejado de bronce se ponía en la parte hueca del altar, en medio del cual se mantenía encendido el fuego y se quemaba el sacrificio. El enrejado era hecho de obra de rejilla, como cedazo y quedaba sobre el hueco para que por ahí cayeran las cenizas.
El altar de bronce era tipo de Cristo que muere para expiar nuestros pecados. El fuego del cielo habría consumido la madera si no hubiera estado protegida por el bronce.
El altar del holocausto era lo primero que veían los israelitas al ingresar al atrio del tabernáculo. Allí se efectuaban sacrificios constantemente. Su presencia viva le recordaba al pueblo, en todo momento, que sólo podía acercarse a Dios mediante el sacrificio. Esta era la única manera en que sus pecados podían ser perdonados y quitados. En Hebreos 10.1-18, se presenta a Jesucristo como sacrificio supremo.
El altar tenía 2, 25 m. de largo, lo mismo de ancho y 1, 35 m. de alto. Era una especie de cruz, como aquella donde Cristo se ofrecería a sí mismo, como ofrenda a Dios, en favor de los pecadores.
El tabernáculo estaba cercado por un atrio de una sesenta yardas (54, 86 m.) de largo por treinta (27, 43 m.) de ancho, formado por cortinas que colgaban de columnas de bronce, de argollas de bronce. Dentro de este recinto los sacerdotes y los levitas ofrecían los sacrificios y a ese lugar tenían acceso los judíos. Estas distinciones representan la diferencia que hay entre la iglesia visible nominal y la iglesia espiritual verdadera, que es la única que tiene entrada a la presencia de Dios y puede tener comunión con Él.
Los utensilios de bronce muestra que mientras mayor era la distancia con respecto al Lugar Santísimo, menor el valor de los materiales empleados en el tabernáculo.
El aceite puro, para las lámparas, representan los dones y las gracias del Espíritu que todos los creyentes reciben de Cristo, el buen Olivo, y sin el cual nuestra luz no puede alumbrar delante de los hombres. Los sacerdotes tenían que encender las lámparas y cuidarlas.
Obra de los ministros por medio de la predicación y exposición de las Escrituras, que son como una lámpara, es alumbrar la iglesia, el tabernáculo de Dios sobre la tierra.
Esta luz no está ahora limitada al tabernáculo judío; más bien es una luz para iluminar a los gentiles y para salvación hasta lo último de la tierra.

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