sábado, 30 de julio de 2016

Leyendo... Éxodo capítulo 30

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LECTURA DIARIA:
Éxodo capítulo 30

El altar para quemar incienso simbolizaba la oración de cada día, y anticipaba el papel de Cristo como nuestro intercesor.
A esta ceremonia anual se le llamaba Día de la Expiación. En este día se hacía un sacrificio por todos los pecados de la nación israelita. Este era el único día en el que el sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo, la parte más íntima del tabernáculo. Allí pedía a Dios que perdonara al pueblo. El Día de la Expiación servía como un recordatorio de que los sacrificios diarios, semanales y mensuales cubrían sólo los pecados de una manera temporal. Esto apuntaba hacia Jesucristo, el perfecto Redentor, que quitaría los pecados para siempre.
El dinero de la expiación venía a ser como el impuesto del censo. Se derivaba del principio de que todas las personas pertenecían a Dios y, por lo tanto, necesitaban ser redimidas por un sacrificio. Cada vez que se llevaba a cabo el censo, todos, tanto ricos como pobres, debían pagar un rescate.
Una fuente era utilizada por los sacerdotes para lavar sus manos y sus pies. Ello constituía una especie de anticipación de la obra que Cristo llevaría a cabo al limpiar nuestros pecados.
Aarón y sus hijos debían lavarse las manos y pies en esta fuente, cada vez que entraran para ministrar.
Esto era para enseñarles la pureza en todos sus servicios y a temer la contaminación del pecado. No sólo debían lavarse y ser purificados cuando eran hechos sacerdotes por primera vez, sino que debían lavarse y mantenerse limpios cada vez que fueran a ministrar.
Se dan también instrucciones para hacer el aceite de la santa unción, que representaba al Espíritu Santo, y el incienso para uso en el servicio del tabernáculo, lo cual era grato de ver y oler. El incienso quemado sobre el altar de oro era preparado con especias dulces. El mismo no debía hacerse para ningún uso común. De este modo Dios mantiene la reverencia en la mente del pueblo por su servicio, y enseña a no profanar ni abusar cosa alguna por la cual Dios se dé a conocer.

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