martes, 18 de diciembre de 2018

Un momento... UNA OFRENDA SIN MANCHA



UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
UNA OFRENDA SIN MANCHA

Cuando me miro a mí mismo, no logro ver cómo puedo ser salvo. Pero cuando miro a Jesús, no logro ver cómo puedo perderme”.
Esta frase, atribuida a Martín Lutero, resume claramente la grandeza del evangelio.
Comencemos por lo que somos. Pablo nos dice que “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3.23). Significa que somos pecadores e incapaces de agradar a DIOS.
Separados de él, somos culpables. Apartados de DIOS somos un desastre. 
El ideal que DIOS ha fijado para su pueblo es alto, claro y específico. “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5.48).
Al escribir a los de Éfeso el apóstol Pablo menciona el deseo de Cristo para la iglesia: “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5.27).
Ningún tipo de arrugas ni manchas. Este es el deseo de DIOS.
¿Parece imposible? ¿Cómo puedo cumplir con estos requisitos para ser salvo y permanecer salvo? ¿Cómo puedo alcanzar este ideal?
Humanamente hablando no hay forma de lograrlo. Sin embargo, sabemos que DIOS es recto y justo; él no pondría un ideal imposible de alcanzar.
Apocalipsis 7.9 nos ofrece este hermoso consuelo y nos alienta: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos”. Este cuadro del futuro es alentador ya que una multitud de personas que nadie puede contar está allí, vestida de blanco puro, sin mancha. Todos encontraron el camino.
 Jesús dijo, “Yo soy el camino” (Juan 14.6). Jesús es el camino. La justicia que viene de su gracia impartida gratuitamente nos provee el camino. Pero esta justicia está lejos de nuestra propia justicia, de nuestras propias buenas obras. Aunque seamos temperantes, rechacemos la vanidad y lo superfluo, participemos en los servicios de la iglesia, distribuyamos literatura espiritual o demos estudios bíblicos, nunca lo lograríamos, alejados de la justicia de DIOS, porque la mejor justicia que nosotros podemos producir es tan solo “trapos de inmundicia” (Isaías 64.6).
Cuando hacemos referencia a la gracia otorgada por DIOS, no estamos hablando de gracia barata que no demanda ninguna obediencia de nuestra parte. En realidad, la gracia divina es la gracia más costosa que uno pueda imaginar, ya que le costó a DIOS la vida de su Hijo.
Esta es la razón por la cual Jesús es el camino; una verdad que todos deben comprender. Las personas que han hecho énfasis en comportamiento, desempeño, obediencia, ley, ideales y reglas, necesitan conocer esta verdad. Los que se identifican como cristianos pero que no tienen gozo o seguridad en su vida espiritual, necesitan conocer esta verdad. Las personas que confían en sus propios logros, necesitan conocer esta verdad.
Si  pensamos que nunca lo lograremos, necesitamos saber y entender el significado de las palabras: “Yo soy el Camino”.
Debido a que Jesús es el camino,  podemos ser aceptados si Él nos está transformando en aceptables. Podemos ser perfectos si Él nos está perfeccionando. Podemos estar listos si Él nos está preparando.
Necesitamos mirar a Cristo. Él es nuestro ejemplo. Pero al hablar de salvación, necesitamos algo más que un ejemplo. Necesitamos un sacrificio, y Cristo, quien no tiene mancha,  es nuestro sacrificio. Al morir por nuestros pecados, se transformó en nuestro substituto, nuestro Salvador.
 Nosotros no somos la ofrenda ni podemos serla. Jesús, el Cordero de DIOS, murió en la cruz para salvarte a ti y a mí. Podemos experimentar el gozo y la libertad de la salvación si vamos a DIOS en el nombre de aquella ofrenda “sin mancha”, en el nombre de Jesús, en nombre de quien somos contados justos a través de la fe.
Dios les bendiga abundantemente.

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