UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
UNA
OFRENDA SIN MANCHA
“Cuando me miro a mí mismo, no logro ver cómo puedo ser
salvo. Pero cuando miro a Jesús, no logro ver cómo puedo perderme”.
Esta frase,
atribuida a Martín Lutero, resume claramente la grandeza del evangelio.
Comencemos
por lo que somos. Pablo nos dice que “todos pecaron, y están destituidos de la
gloria de Dios” (Romanos 3.23). Significa que somos pecadores e incapaces de
agradar a DIOS.
Separados
de él, somos culpables. Apartados de DIOS somos un desastre.
El
ideal que DIOS ha fijado para su pueblo es alto, claro y específico. “Sed,
pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto” (Mateo 5.48).
Al
escribir a los de Éfeso el apóstol Pablo menciona el deseo de Cristo para la
iglesia: “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no
tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”
(Efesios 5.27).
Ningún
tipo de arrugas ni manchas. Este es el deseo de DIOS.
¿Parece
imposible? ¿Cómo puedo cumplir con estos requisitos para ser salvo y permanecer
salvo? ¿Cómo puedo alcanzar este ideal?
Humanamente
hablando no hay forma de lograrlo. Sin embargo, sabemos que DIOS es recto y
justo; él no pondría un ideal imposible de alcanzar.
Apocalipsis
7.9 nos ofrece este hermoso consuelo y nos alienta: “Después de esto miré, y he
aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus
y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del
Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos”. Este cuadro del
futuro es alentador ya que una multitud de personas que nadie puede contar está
allí, vestida de blanco puro, sin mancha. Todos encontraron el camino.
Jesús
dijo, “Yo soy el camino” (Juan 14.6). Jesús es el camino. La justicia que viene
de su gracia impartida gratuitamente nos provee el camino. Pero esta justicia
está lejos de nuestra propia justicia, de nuestras propias buenas obras. Aunque
seamos temperantes, rechacemos la vanidad y lo superfluo, participemos en los
servicios de la iglesia, distribuyamos literatura espiritual o demos estudios bíblicos,
nunca lo lograríamos, alejados de la justicia de DIOS, porque la mejor justicia
que nosotros podemos producir es tan solo “trapos de inmundicia” (Isaías 64.6).
Cuando
hacemos referencia a la gracia otorgada por DIOS, no estamos hablando de gracia
barata que no demanda ninguna obediencia de nuestra parte. En realidad, la
gracia divina es la gracia más costosa que uno pueda imaginar, ya que le costó
a DIOS la vida de su Hijo.
Esta
es la razón por la cual Jesús es el camino; una verdad que todos deben
comprender. Las personas que han hecho énfasis en comportamiento, desempeño,
obediencia, ley, ideales y reglas, necesitan conocer esta verdad. Los que se
identifican como cristianos pero que no tienen gozo o seguridad en su vida
espiritual, necesitan conocer esta verdad. Las personas que confían en sus
propios logros, necesitan conocer esta verdad.
Si
pensamos que nunca lo lograremos,
necesitamos saber y entender el significado de las palabras: “Yo soy el
Camino”.
Debido
a que Jesús es el camino, podemos ser
aceptados si Él nos está transformando en aceptables. Podemos ser perfectos si
Él nos está perfeccionando. Podemos estar listos si Él nos está preparando.
Necesitamos
mirar a Cristo. Él es nuestro ejemplo. Pero al hablar de salvación, necesitamos
algo más que un ejemplo. Necesitamos un sacrificio, y Cristo, quien no tiene
mancha, es nuestro sacrificio. Al morir
por nuestros pecados, se transformó en nuestro substituto, nuestro Salvador.
Nosotros
no somos la ofrenda ni podemos serla. Jesús, el Cordero de DIOS, murió en la
cruz para salvarte a ti y a mí. Podemos experimentar el gozo y la libertad de
la salvación si vamos a DIOS en el nombre de aquella ofrenda “sin mancha”, en el
nombre de Jesús, en nombre de quien somos contados justos a través de la fe.
Dios
les bendiga abundantemente.
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