LECTURA
DIARIA:
Zacarías
capítulo 9
Zacarías
menciona cuatro ciudades clave en Filistea: destruirían a Ascalón, Gaza y Ecrón
y a Asdod la tomarían extranjeros.
Esto se debía a su gran maldad e idolatría.
Pero los que permanecieran en la tierra, Israel los adoptaría, como sucedió a
los jebuseos. (Cuando David conquistó a Jerusalén, no destruyó a los jebuseos,
sino que los absorbió dentro de Judá.)
El
Señor acampa alrededor de su Iglesia, y mientras los ejércitos de los enemigos
soberbios pasan y regresan, sus ojos la vigilan para que no venzan y, dentro de
poco tiempo, llegará el momento en que ningún opresor volverá a pasar por ella.
La entrada
triunfal de Jesús cabalgando en Jerusalén (Mateo 21.1-11) se predice aquí,
quinientos años antes de que ocurriera. Así como se cumplió esta profecía
cuando Jesús vino a la tierra, sin duda se cumplirán las profecías de su
Segunda Venida. Tenemos que estar preparados para su regreso porque El viene.
Efraín
es otro nombre del reino del norte o Israel. Cuando vemos dos montañas
distantes, parecen estar muy cerca, quizás hasta parezcan tocarse entre sí.
Pero a medida que nos acercamos, vemos que en realidad están muy lejos, incluso
hasta separadas por un gran valle. Esta es la situación de muchas de las
profecías del Antiguo Testamento. El versículo 9 se cumple claramente en la
primera venida de Cristo, pero el versículo 10 ahora puede verse que hace referencia
a su Segunda Venida. En ese tiempo todas las naciones se sujetarán a Cristo. Su
reino abarcará toda la tierra. En Filipenses 2.9-10 se nos dice que toda
rodilla se doblará ante Cristo y toda lengua confesará que Él es el Señor.
Los
pactos en los tiempos del Antiguo Testamento se sellaban o confirmaban con
sangre, de la misma forma que firmaríamos un contrato. El antiguo pacto se
sellaba con la sangre de los sacrificios, señalando al futuro cuando la sangre
de Cristo se derramaría en el Calvario como “su firma” para confirmar el nuevo
pacto de Dios con su pueblo. Porque El estableció este pacto con ellos, los
liberó de la “cisterna en que no hay agua”: el cautiverio.
Después
del reinado de Salomón, el reino se dividió en el reino del norte (llamado Israel
o Efraín) y el reino del sur (llamado Judá). Esta profecía dice que todo
Israel, norte y sur, algún día se reunirá. La primera parte de este capítulo
nos dice cómo Dios ayudará a su pueblo a evitar la guerra; ahora Dios explica
que ayudará a su pueblo cuando la guerra sea inevitable.
El
versículo 17 concluye con una exclamación sobre la bondad y la hermosura de
Dios. La salvación que obrará será de restauración; la tierra producirá por
causa de la presencia de Dios, y el trigo y la uva abundarán. La promesa no es
solo la producción de trigo y vino, sino el efecto que esto producirá en el
pueblo. Cabe mencionar nuevamente que este es un lenguaje metafórico para
indicar la época de prosperidad y bienestar que vendrá el día que Jehová actúe
para salvación.
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