LECTURA
DIARIA:
Habacuc
capítulo 3
Sigionot
era una notación musical que probablemente indica que el cántico debe ser
entonado con emoción y sensación de victoria.
Esta actitud contrasta con la
sensación de catástrofe que muestra el capítulo 2.
Habacuc
alabó a Dios por responder a sus preguntas. El mal no triunfará para siempre;
Dios está al timón y podemos confiar plenamente en que El reivindicará a los
que le son fieles. Debemos esperar en silencio que El actúe.
El
profeta apela a Dios para que actúe en favor de su pueblo en medio de los
tiempos, durante el período de espera anterior a lo que pondrá fin a aquella
intolerable situación.
Habacuc
sabía que Dios iba a disciplinar a Judá, y que no iba a ser una experiencia
agradable. Sin embargo, aceptó la voluntad de Dios, y le pidió ayuda y
misericordia. Habacuc no pidió escapar de la disciplina, sino que aceptó la
verdad: Judá necesitaba aprender una lección.
El
versículo 3 refleja el recuento de Moisés sobre la venida de Dios a Israel en
el desierto. Temán era otro nombre de Edom, ubicado al sudeste del Mar Muerto.
Parán alude a la región montañosa situada al oeste de Edom.
La
palabra «selah» aparece setenta y una veces en Salmos y tres en Habacuc. Aunque
su significado preciso se desconoce, muchos lo consideran un término musical.
Podría ser para levantar las manos, o una señal de adoración o quizás una
exclamación como «¡Amén!» o «¡Aleluya!» para corroborar la verdad del pasaje.
Dios
trae mortandad y fiebre sobre los caldeos como castigo.
Dios
garantiza bajo juramento que traerá juicio contra sus enemigos.
Tu
ungido es en hebreo una manera de decir «Mesías». Aquí representa al rey del
linaje de David ungido.
Aunque
los juicios de Dios son justos y necesarios, dejan una sensación de temor en
quienes los presencian.
El
fracaso de la cosecha y la muerte de los rebaños devastarían a Judá. Sin
embargo, Habacuc afirmó que aun en medio de la hambruna se regocijaría en el
Señor. Las circunstancias no controlaban los sentimientos de Habacuc, sino la
fe en la capacidad de Dios para darle fortaleza. Cuando nada tenga sentido para
nosotros y cuando los problemas parezcan ser más grandes de lo que podemos
soportar, recordemos que Dios nos fortalece.
Las
consecuencias destructoras de la invasión babilónica se sentirán en toda la
tierra, pero el profeta debe su gozo a Dios y no a las circunstancias.
El
justo Mesías se alegrará en la salvación divina con tal intensidad que el
salmista no encuentra palabras con que describirla. A su vez, los hijos
redimidos se alegran por su Rey; le adoran con danzas, instrumentos y cantos.
Gracias
a la fortaleza de Dios el profeta puede moverse como los ciervos.
Dios
ejercerá su justicia y terminará completamente con el mal en a su debido
tiempo. Mientras tanto, el pueblo de Dios necesita vivir en la fortaleza de su
Espíritu, confiando en la victoria final sobre el mal.
Debemos
estar seguros de que Él es Dios y que hará lo que es bueno. Saber esto nos da
confianza y esperanza en medio de un mundo confuso.
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