sábado, 1 de diciembre de 2018

Leyendo... Miqueas capítulo 7



LECTURA DIARIA:
Miqueas capítulo 7

El profeta viene buscando evidencias de lealtad y santidad, pero no encuentra nada.

Este capítulo comienza en penumbra y termina en esperanza. Miqueas observó cómo se pudría la sociedad que lo rodeaba. Los gobernantes demandaban regalos; los jueces aceptaban sobornos; la corrupción era universal. Sin embargo, Dios prometió sacar a su pueblo de la oscuridad del pecado y llevarlo a su luz. Entonces el pueblo lo alabaría por su fidelidad. Únicamente Dios es perfectamente fiel.
Miqueas no pudo encontrar una persona recta en ninguna parte de la tierra. Aún hoy, es difícil encontrar la verdadera rectitud.
El pecado afectó a los líderes del gobierno y de la sociedad en general. Engañaron e incluso arruinaron la familia que es lo fundamental de la sociedad. Como consecuencia de eso, la única forma de purificar al pueblo era por medio del castigo de Dios. Esto haría que la nación se volviera a Él y fuera restaurada desde su interior.
La forma correcta de confiar y aguardar en el Señor es esperar firmemente en su misericordia, su salvación y su rescate.
Esta es la actitud apropiada de alguien que se arrepiente y experimenta un avivamiento personal. Quien habla, Sion (el pueblo de Dios), expresa su confianza en Jehová y su comprensión de que el sufrimiento se debe a su pecado.
Miqueas se dio cuenta de que si era paciente y obediente en el castigo, Dios perdonaría a su pueblo y mostraría su bondad otra vez. El castigo no significa rechazo. La nación de Judá era castigada para poder llevar a su pueblo de nuevo a Dios, no para alejarlo de Él.
Esta profecía de los milagros extraordinarios que ocurrirían, como cuando el éxodo del pueblo de Israel, se entiende mejor desde una perspectiva mesiánica. Las naciones serán avergonzadas cuando comparen los prodigios divinos del Mesías con su propio poder.
¡A Dios le gusta ser misericordioso! El no perdona a regañadientes, sino que se alegra cuando nos arrepentimos y ofrece perdón a todos los que regresan a Él.
Cuando vivimos en el camino de Dios nuestras vidas comenzarán a afectar nuestros hogares, nuestra sociedad y nuestro mundo.

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