UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
EL
PODER DE LA PALABRA
El
libro de Daniel, capítulos 8 a 10 desarrolla dos historias paralelas, una que
es la que está viviendo el profeta junto a su pueblo que está en calidad de
prisioneros, y la otra que es la que sucederá en el futuro y es la que
desarrolla todo el programa escatológico de DIOS para la humanidad que termina
con el reino milenial o mesiánico.
El
capítulo 8 habla de un carnero y un macho cabrío que se refiere a los imperios
subsiguientes: el medo persa, el greco el cual se debilitara al descentralizar
su poder al dividir el reino en cuatro reinos, luego vendrá el imperio romano
que se extenderá hasta la venida de Jesús como rey eterno.
Daniel
experimenta el poder de la palabra profética que lo debilita hasta enfermarse.
El
capítulo 9 revela de manera magistral la semana setenta de Daniel, pero antes
Daniel hace una oración de confesión nacional y personal delante de DIOS.
Nuevamente, hay poder en la palabra, tanto la nuestra como la de DIOS. Este
gran profeta, a quien DIOS ama, el mismo reconoce en repetidas veces que ha
pecado, y que todo el pueblo ha pecado, y por consiguiente necesita tener el
perdón de DIOS.
Aquí
está el poder de la palabra, que si confesamos con nuestra boca y reconocemos
nuestro pecado, DIOS nos perdona, somos sanados, y aunque las consecuencias
llegaran, se cuenta con el amor, la compasión y la misericordia de DIOS.
No
permitamos que el pecado nos alcance, que la desgracia y el dolor que este
causa llegue a nuestras vidas. No dejemos que el poder contaminador, dominador,
y destructivo del pecado en alianza con el mundo, la carne y el diablo nos
convenzan, porque las consecuencias son difíciles y a veces imposibles de
borrar.
Es
tan maléfica la intención del pecado y sus aliados que no les importa lo que
hayamos hecho bien toda una vida, pues en un segundo, en un minuto, en cinco
minutos, con una palabra o con una acción lo pueden echar a perder. Con
carácter, decisión, determinación y mucho valor, reconozcamos cuando, como,
cuanto y porque hemos pecado, aunque lo más importante es el arrepentimiento.
DIOS siempre está esperando que reconozcamos nuestras faltas delante de Él, le
pidamos perdón con toda sinceridad, porque su amor es grande e inefable.
Sin
embargo, el poder de la Palabra de DIOS es mayor que el poder de la palabra de
confesión. La Biblia dice que Daniel, al recibir, ver y conocer el plan de DIOS
sobre las cosas que sucederían sobre la tierra, se desmayó, se enfermó, se
debilito profundamente.
La
descripción de lo que sucederá desde el edicto de Ciro por el año 400 a.C.
hasta la entrada triunfal de Jesús, en la semana de la pasión cuando es crucificado,
pasa 69 semanas. Cada semana representa a 7 años, de manera que hasta el día de
la muerte de Jesús hay un conteo de 69 semanas.
El
conteo se ha detenido, es lo que algunos llaman el paréntesis donde DIOS
levanta su nuevo pueblo, la Iglesia.
De
manera que, el imperio en vigencia ahora mismo, bajo la perspectiva
escatológica es el imperio romano, y estará así, hasta que Cristo venga para
levantar su Iglesia, y en ese mismo momento reinicia el conteo de la semana 70
de Daniel, que corresponde a los siete años de tribulación sobre la tierra. En
dicha semana, se levantara el Anticristo, el trato de Dios con Israel se
volverá a restablecer, y la Iglesia estará en las nubes por 7 años celebrando
el tribunal de Cristo y las bodas del Cordero, luego Jesús vendrá a la tierra
para establecer su reino mesiánico, el quinto imperio según lo anticipa Daniel.
Esta
palabra de DIOS, poderosa, hizo que Daniel se enfermara.
Cuando
la Palabra llega a nuestra vida, esta es tan poderosa que nos debilita, nos
exhorta, nos enseña. Y nos reta a cambiar. También, hay poder en nuestra
palabra cuando con nuestra boca confesamos nuestros pecados, y nuestras
ofensas. (1 de Juan 1.9)
DIOS
tiene poder en su Palabra, todo lo que ates en la tierra o desates en la
tierra, será atado o desatado en el cielo. (Mateo 16.19)
Nos
toca, creer y estar seguros y tranquilos porque DIOS ha hablado en su Palabra y
nos ha hecho miles de promesas, pero con una vasta, “Yo estaré contigo todos
los días”.
Apropiémonos
de esta palabra que no falla, que es verdad, y que mucho la necesitamos.
Que
nuestro si, sea sí y nuestro no, sea no, ese es el poder de la palabra, basado
en la Palabra de DIOS.
Dios
les bendiga abundantemente.
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