LECTURA
DIARIA:
Isaías
capítulo 37
A
Judá se le compara con una mujer que trata de dar a luz a un hijo, pero es
demasiado débil para hacer algo por ella misma. Cuando la situación parecía
desesperada, Ezequías no se rindió. En vez de eso, pidió al profeta Isaías que
orara por la ayuda de Dios.
Ezequías
hizo exactamente lo que Isaías le recomendó al pueblo. Se volvió a Dios y
observó como El venía a brindar ayuda a Judá.
Laquis
había aparentemente caído. Senaquerib fue a atacar a Libna, otra ciudad de
Judea, cuando supo que Egipto había entrado en la guerra en auxilio de
Jerusalén ( Tirhaca . . . Etiopía ). Ello dio lugar a que enviara un mensaje a
Ezequías con un contenido similar a la amenaza verbal lanzada por Rabsaces.
Si
bien la respuesta a la oración de Ezequías estaba en marcha debido a que
Etiopía ya estaba lista para atacar, Ezequías no lo sabía. Persistió en su
oración y en la fe aun cuando no veía que la respuesta ya estaba en camino.
Como
Senaquerib embelleció su ciudad capital, Nínive, Ezequías retuvo el tributo y
se preparó para la batalla. Los asirios avanzaron hacia su rebelde frontera
occidental, atacando rápidamente a lo largo de la costa mediterránea. Desde
Laquis, Senaquerib amenazó con tomar a Jerusalén, pero Isaías sabía que sus
amenazas morirían con él en su regreso hacia Nínive.
Las
naciones pueden gloriarse de sus conquistas, como hizo Asiria, pero es Dios
quien las utiliza como instrumento.
El
Señor dirige ahora su mensaje al rey Ezequías. Ofrece una señal de que un
remanente de Judea sobreviviría al sitio de la ciudad como testimonio de su
fidelidad a Jehová.
Jehová
predice el fracaso de la invasión Asiria a Jerusalén. La derrota de Senaquerib
fue el fruto de las oraciones de Ezequías.
Dios
defendería a Jerusalén por amor a su honor y en memoria de su promesa a David.
Asiria insultó a Dios. No sería su instrumento para castigar a Jerusalén. Lo
que Jerusalén no tenía posibilidades de hacer, Dios lo haría por ellos.
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