LECTURA DIARIA:
Isaías capítulo 27
El capítulo final del «apocalipsis de Isaías» presenta dos escenarios escatológicos distintos: el triunfo final de Dios sobre el mal y sus futuras relaciones con Israel, incluyendo una visión retrospectiva del juicio sobre el reino de norte.
Leviatán era el nombre de una criatura del caos primigenio en la mitología antigua que Isaías utiliza para personificar a los enemigos de Dios dirigidos por Satanás (Apocalipsis 12.9). Representa por lo tanto al mal, sobre el cual Dios dejará caer su espada al final de los tiempos.
«Aquel día» es una referencia sobre el fin del mundo malvado que conocemos. En la literatura siria antigua, el leviatán era un monstruo de siete cabezas, el enemigo del orden creado por Dios. Por lo tanto, Isaías compara la masacre de los malvados con la conquista de un gran enemigo. Si bien el mal es un enemigo poderoso, Dios lo aplastará y lo eliminará de la tierra para siempre.
Otra vez se compara a Israel con una viña, pero esta dará frutos, porque la idolatría será purgada con el juicio del cautiverio.
Dios disciplinó al reino del norte, pero sus tratos con Israel diferirán de la forma cómo él se relaciona con las naciones que permite lo hieran. Ellas perecerán, mientras Israel será purificado y redimido.
Solo Dios puede limpiar el pecado, pero removerlos de su tierra sería el castigo que purificaría al pueblo de Dios.
Isaías compara el estado de la vida espiritual de Israel con las ramas secas que se quiebran y se usan como combustible. Los árboles en las Escrituras a menudo representan la vida espiritual. El tronco es el canal de fuerza que proviene de Dios; las ramas son las personas que lo sirven. Las ramas de un árbol en ocasiones se mecen y silban con el viento. Como Israel, pueden secarse debido a la podredumbre interna y volverse inútiles para cualquier cosa excepto producir fuego.
Pero habrá una reunificación del remanente que vendrá no sólo desde Asiria y Egipto sino al final desde todas las naciones. Israel y Jerusalén
El propósito de Dios al juzgar la tierra no es venganza, sino purificación. Quiere corregirnos y conducirnos de nuevo a Él. Dios no nos castiga por el pecado solo para hacernos sufrir, sino para que el fiel esté mejor preparado para un servicio fructífero.
En aquel día, cuando Jehová anule para siempre el poderío de los imperios asirio, babilónico y egipcio, Israel surgirá bajo la protección de su Dios.
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