LECTURA
DIARIA:
Isaías
capítulo 36
Este
capítulo sirve de puente entre las profecías de Isaías y sus mensajes de
consolación. También señala la transición en la historia de Judá entre la
dominación de Asiria y el ascenso de Babilonia. El escenario histórico está
dado por la invasión de Senaquerib a Jerusalén en el 701 a.C.
Los capítulos
están escritos en prosa, salvo una exclamación profética de Isaías y un poema
de alabanza del rey Ezequías. Dios interviene con poder.
El
monarca asirio invadió Judá, tomó 46 ciudades fortificadas, se llevó 200.000
personas y mantuvo a Ezequías en Jerusalén como ave enjaulada. Pero Isaías y
Ezequías oraron. Su angustia por la blasfemia de Senaquerib tuvo más peso que
su preocupación por la suerte de Jerusalén.
Dios
intervino con una demostración de poder sobrenatural que les demostró a los
asirios quién era verdaderamente Dios. Desde ese momento, comenzó la decadencia
en Asiria, la cual había disfrutado de un período de dos siglos de conquista.
Senaquerib
de Asiria se burló de Judá por confiar en Egipto. Incluso los asirios sabían
que Egipto no podría ayudar a Judá.
Pero
Ezequías depositó gran confianza en la promesa del Faraón de ayudar a Israel en
contra de los asirios, pero las promesas son solo tan buenas como la
credibilidad de la persona que las hace. Era la palabra de Faraón contra la de
Dios.
Bajo
Acaz, Judá había concertado una alianza y pagado tributo a Asiria.
Posteriormente, debido a los temores de una invasión asiria, Ezequías, junto a
los líderes de otras naciones, se había aliado equivocadamente a Egipto. Senaquerib
lanzó el ataque para derrotar la rebelión en su contra.
El
Rabsaces de Asiria declaró que Ezequías insultó a Dios al destruir sus altares
de los lugares altos y al hacer que el pueblo adorara únicamente en Jerusalén.
Pero la reforma de Ezequías procuraba eliminar la idolatría, que ocurría sobre
todo en los lugares altos, para que así el pueblo adorara solo al Dios
verdadero. O bien los asirios no conocían la religión del Dios verdadero o
querían engañar al pueblo al hacerlos pensar que habían provocado la ira de un
Dios poderoso.
Senaquerib
intentó otra conspiración más para desmoralizar al pueblo. Apeló a la ciudad
hambrienta que estaba bajo sitio al ofrecerles que si se rendían los
trasladaría a una tierra donde abundaba la comida.
Los
métodos asirios respecto al trato que se les daba a las naciones conquistadas
era de reubicar a sus habitantes y luego trasladar a otros pueblos sometidos a
la tierra recién conquistada. Esto proporcionaba efectivos militares para sus
ejércitos y evitaba revueltas en los territorios conquistados.
Rabsaces
profirió sus amenazas en lengua de Judá en lugar de en arameo, el idioma de la
diplomacia, para así intimidar a los soldados que estaban sobre el muro. En
ellas expresa dudas sobre la integridad de Ezequías y hace referencia a las
supuestamente incontables victorias militares de Asiria. La arrogancia con que
habló del Señor, a quien pretendía representar, sería la causa de su caída.
Rabsaces
dijo que los Dioses de otras ciudades que conquistó, no fueron capaces de salvar
a sus pueblos, por lo tanto, ¿cómo podía salvarlos el Dios de Jerusalén? Se
suponía que Jehová era el Dios de Samaria (reino del norte) y esta cayó.
Sin
embargo, Jehová era el Dios de Samaria solo de nombre, ya que el pueblo no lo
adoraba. Por esto los profetas predijeron la caída de Samaria. Sin embargo, por
amor a su nombre y por amor de David, el Señor rescataría a Judá del ejército
asirio.
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