domingo, 27 de noviembre de 2016

Leyendo... Josué capítulo 8


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LECTURA DIARIA:
Josué capítulo 8

Ya que Israel había quedado limpio del pecado de Acán, Josué se preparó para volver a atacar a Hai, esta vez para ganar. 
Israel debía aprender que la obediencia era recompensada. Dios les dijo que podían tomar los despojos de Hai, algo que no les fue permitido hacer en Jericó.
La conquista de Hai fue muy importante para los israelitas.
A sólo casi 18 km de Jericó, Hai era un baluarte clave para los cananeos y una fortaleza para Bet-el. Si los reyes cananeos recobraban el aliento con una derrota de Israel en Hai, podrían unirse en un ataque coordinado. Ellos no sabían que Dios había restaurado su poder y protección sobre las tropas de Josué.
El Señor entregó la ciudad a Josué. La derrota de ayer se convirtió en la victoria de hoy.
En cuanto Josué llegó a los montes Ebal y Gerizim, sin tardanza y sin preocuparse por el estado de Israel, que aún no se establecía ni de sus enemigos, confirmó el pacto del Señor con su pueblo, según se había indicado.
Ellos edificaron un altar y ofrecieron sacrificio a Dios, como señal de su dedicación a Dios, como sacrificio vivo en su honor.
El altar debía ser construido de piedras enteras para que no fuera profanado. Esto impediría que la gente adorara al altar como si fuera un ídolo o a la habilidad de los artesanos en lugar de las grandes obras de Dios.
También escribió allí en las piedras la Ley de Moisés. Lo más probable es que hayan sido los Diez Mandamientos los que Josué copió en las piedras. Estos eran el fundamento de todas las leyes de Dios.
Las bendiciones y las maldiciones que se pronunciaron en el monte Ebal y Gerizim, formaban parte del pacto. Si éste era obedecido se recibían bendiciones; en caso contrario, maldiciones.

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