viernes, 25 de noviembre de 2016

Leyendo... Josué capítulo 6


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LECTURA DIARIA:
Josué capítulo 6

La ciudad de Jericó, construida miles de años antes de que naciera Josué, era una de las ciudades más antiguas del mundo. En algunas partes tenía muros fortificados que medían hasta 7.50 m de alto y 6 m de ancho. Los soldados que montaban guardia encima de los muros podían observar muchos kilómetros a la redonda. Jericó era un símbolo de poder y fuerza militar, y los cananeos la consideraban invencible.
Israel atacaría esta ciudad primero, y su destrucción haría que cundiera el pánico en Canaán.
Dios comunicó a Josué una estrategia militar. La estrategia empieza con una promesa: "Yo he entregado en tu mano a Jericó". Esa promesa ayudó a Josué a tener la confianza y fe necesaria para poder cumplir las instrucciones siguientes.
Veamos brevemente las instrucciones que le fueron dadas a Israel antes de la toma de Jericó.
1) Que los sacerdotes llevaran el arca y siete bocinas de cuerno de carnero.
2) Que los hombres de guerra llevaran sus armas.
3) Que todos rodearan a la ciudad de Jericó, una vez al día durante seis días.
4) Que rodearan los muros de la ciudad siete veces en el día séptimo.
5) Al escuchar el toque prolongado, deberían gritar a gran voz.
6) Al caer el muro todos deberían entrar a la ciudad.
¿Por qué le dio Dios a Josué todas estas instrucciones complicadas para la batalla?
Dios quería asegurar que fuera claro e innegable que la batalla dependería de El, y no de las armas o destrezas de Israel. Por eso los sacerdotes que llevaban el arca iban delante de los israelitas a la batalla, y no los soldados. El método de Dios de tomar la ciudad aumentó el terror que ya se sentía en Jericó. Esta extraña maniobra militar fue una prueba de la fe de los israelitas y su disposición a seguir a Dios plenamente. El sonar de las trompetas tenía un significado especial. Ellos habían recibido instrucciones de usar en la batalla las mismas trompetas que usaban en sus festividades religiosas. Esto era para recordarles que su victoria vendría de Dios, no de su poderío militar.
Todo lo que Dios mandó a Josué fue cumplido por el pueblo. Fue una obediencia completa.
Por medio de Josué, Dios ordenó la matanza de todos los habitantes de Jericó.
Dios estaba aplicando un severo castigo a los cananeos por su maldad. Este juicio, o proscripción, regularmente requería que todo se destruyera. A causa de sus costumbres perversas y su gran idolatría, los cananeos constituían una fortaleza de rebelión contra Dios. Era necesario arrancar aquella amenaza a la vida recta que Dios requería.
Sólo se salvaron unas cuantas personas, Rahab y su casa se salvaron porque tuvo fe en Dios y ayudó a los espías israelitas. Se conservaron la plata, el oro y los artículos de bronce y hierro, no para enriquecer a la gente, sino para embellecer el tabernáculo y los servicios del mismo.
El propósito de Dios en todo esto fue mantener sin contaminación la fe y religión del pueblo. No quería que el botín recordara a Israel las costumbres de los cananeos.
La maldición que pronunció Josué sobre el lugar, se cumplió 500 años más tarde con la muerte de Abiram, hijo de Hiel de Bet-el.

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