martes, 8 de noviembre de 2016

Leyendo... Deuteronomio capítulo 24


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LECTURA DIARIA:
Deuteronomio capítulo 24

La disolución del matrimonio por medio del divorcio era una práctica que existía en Israel y en otras naciones del antiguo Oriente. La legislación deuteronómica procura regular la disolución legal del matrimonio y el matrimonio de la mujer divorciada.
Un hombre que tomaba a una mujer para ser su esposa y consumaba el matrimonio por medio de la relación sexual tenía el derecho de divorciarse de ella si hallaba en ella alguna cosa vergonzosa.
El divorcio era consumado cuando el hombre daba a su esposa una carta de divorcio. La carta de divorcio era un documento escrito que simbolizaba el repudio público de la esposa y la disolución del matrimonio.
El hombre recién casado debía ser exento de servicio militar u otra obligación pública por un año. Durante este período, el recién casado podía gozar de su matrimonio con su esposa y dar su atención a la responsabilidad de su hogar. Un año era suficiente para que su esposa concibiera un hijo y así mantener viva la memoria de su nombre en Israel en caso que el esposo fuera muerto en la guerra.
La piedra de molino era de suprema importancia para la familia que vivía del fruto de la agricultura, porque la piedra era usada todos los días para preparar pan para la familia. La piedra de molino tomada como una prenda no tenía ningún valor monetario para un acreedor, sino que servía para colocar presión en el deudor para que pagara su deuda más rápidamente.
El rapto de personas, principalmente para venderlas como esclavas, era una práctica muy común en el antiguo Oriente, y posiblemente en Israel. La ley prohibiendo el secuestro de una persona aparece también. El rapto de una persona para venderla como esclava era considerado un acto que quitaba la libertad de una persona y por lo tanto, era una violación de las leyes del pacto que regulaban la vida de cada israelita con Dios y con su prójimo. Por esta razón, la persona que robaba a otra persona para venderla como esclava era culpada de delito capital y tenía que pagar por su crimen con su propia vida.
La enseñanza sobre la lepra enfatizaba la necesidad de observar lo que la ley enseñaba sobre el tratamiento de la lepra, así como Moisés había enseñado.
El tratamiento de la lepra fue dado a los levitas. La presente legislación exhorta al pueblo a observar los detalles de la ley de purificación así como fueron dados a los sacerdotes. El caso de María, la hermana de Moisés, se menciona para motivar al pueblo a obedecer la ley de purificación.
La persona que pedía prestado tenía que dar una prenda como garantía de su deuda. La ley no permitía que el acreedor entrara en la casa del deudor para quitarle la prenda. El acreedor tenía que honrar la santidad del hogar de la persona pobre y esperar que él presentara la prenda.
El jornalero era una persona pobre y necesitada que trabajaba para las personas más prósperas y recibía su pago al final del día, después de haber terminado su labor.
La ley exhortaba a los patrones a tratar bien a sus trabajadores y pagarles su sueldo al final del día, ya que los jornaleros vivían día a día y tenían que proveer para las necesidades de sus familias con su pago diario. La violación de este principio humanitario se consideraba una explotación del jornalero. Cada persona era culpada por su propio pecado. Los pecados del padre no podían ser imputados a sus hijos ni los pecados de los hijos a sus padres.
La preocupación humanitaria se manifiesta una vez más en esta ley designada para proteger el derecho legal y económico de las personas necesitadas que vivían en las ciudades y pueblos de Israel. El forastero era una persona no israelita que había decidido vivir en Israel. Junto con el huérfano y la viuda, ellos formaban un grupo de personas que necesitaban el amparo y la ayuda de la comunidad. Aun cuando eran pobres y necesitados, tenían el mismo derecho de protección en la corte de justicia como cualquier otro israelita.
La mayoría de las personas pobres en Israel no tenía propiedad. La ley exhortaba a las personas propietarias a no cosechar sus campos completamente durante la cosecha, sino que debían dejar algo para las personas pobres. Durante la siega de la mies, la cosecha del olivo y la vendimia, los dueños de propiedad debían permitir que el forastero, el huérfano y la viuda cosecharan lo que había sido dejado sin cosechar. De esta manera podían trabajar por su comida. Este acto servía para mantener la dignidad de las personas pobres y eliminar la posibilidad que fueran condenadas a una vida de mendicidad.

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