viernes, 18 de noviembre de 2016

Leyendo... Deuteronomio capítulo 34


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LECTURA DIARIA:
Deuteronomio capítulo 34

Después de haber exhortado al pueblo de Israel a ser fiel a Dios y a ser obediente a sus leyes, Moisés se despidió del pueblo bendiciendo cada tribu de Israel. Moisés se fue del llano de Moab, donde el pueblo de Israel estaba acampado y subió al monte Nebo. Abarim es una cadena de montes y el monte más alto era el Pisga (Nebo). El monte Pisga estaba situado enfrente de Jericó. Moisés subió a la cumbre del monte Pisga así como Dios le había ordenado.
Allí Dios enseñó a Moisés toda la tierra que Israel iba a recibir como su herencia.
Desde el monte Moisés pudo mirar la tierra de Canaán. Aun cuando para Moisés era imposible contemplar toda la extensión de Canaán, se describe el límite geográfico de la tierra prometida así como existía en sus días.
La tierra que Moisés había contemplado con sus ojos era la tierra que Dios había prometido dar a Abraham, Isaac y Jacob.
Moisés miró la tierra prometida desde lejos porque a él le estaba prohibido entrar en Canaán con el pueblo. El texto no explica por qué Moisés no pudo entrar en la tierra prometida. Pero Moisés ya sabía que por causa de su pecado él no podría entrar en la tierra de Canaán con los demás israelitas para ver el cumplimiento de la promesa de Dios. La razón porque a Moisés no le fue permitido entrar en Canaán fue porque él no había honrado la santidad de Jehová en presencia de la congregación de Israel.
Después de haber contemplado la tierra prometida, Moisés murió en la tierra de Moab. Moisés murió en la frontera de la tierra que él y el pueblo de Israel habían anhelado recibir. El había trabajado fielmente toda su vida para traer al pueblo de Israel a la tierra que Dios había prometido dar a los descendientes de Abraham.
El anhelo de Moisés era entrar en la tierra pero, en el final de su vida y en conclusión de su trabajo, él solamente pudo contemplar con sus ojos lo que su corazón deseaba recibir.
Moisés murió en la tierra de Moab y fue sepultado en un valle, en un área cerca de Betpeor. Moisés murió a la edad de 120 años.
El texto también declara que nadie conoce su sepulcro, hasta el día de hoy.
El pueblo de Israel hizo duelo por Moisés por 30 días.
Josué, quien había servido como un ayudante de Moisés, fue nombrado sucesor del caudillo de Israel. Josué era un hombre lleno del espíritu de sabiduría, el don divino que era requerido de los líderes de Israel para gobernar y guiar al pueblo. Moisés invistió a Josué para ser el nuevo líder de Israel por la imposición de las manos, un ritual simbolizando la transferencia de poder y autoridad.
Durante su vida Moisés, el siervo fiel de Dios, sirvió como líder, profeta y juez. Por medio de Moisés Israel recibió la ley y descubrió la voluntad de Dios para la vida de la nación. En su larga y gloriosa historia Israel conoció muchos líderes de renombre, pero Moisés fue el mayor de todos ellos.

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