miércoles, 9 de noviembre de 2016

Leyendo... Deuteronomio capítulo 25


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LECTURA DIARIA:
Deuteronomio capítulo 25

Cuando dos personas tenían un problema legal y no podían resolver el caso, ellos iban a la presencia de un juez quien decidía cuál era culpable o inocente. La responsabilidad del juez era de absolver a la persona inocente y condenar a la persona culpable. Si la persona culpable era condenada a ser azotada, la sentencia tenía que ser aplicada en la presencia del juez. Esto aseguraba que la persona culpable no recibiría más ni menos del castigo merecido.
En una sociedad donde la economía dependía casi exclusivamente de la agricultura, el uso de los animales para plantar y cosechar era muy común. El buey era usado por los israelitas durante la cosecha del grano. La ley prohibía el colocar un bozal al buey que trillaba. Aun cuando el dueño del campo tenía derecho de ejercer poder sobre el animal, el animal que trabajaba en la cosecha tenía derecho de comer de las espigas a su alcance.
La tendencia humanitaria se manifestaba aun en las leyes que se refieren a los animales. La ley también prohibía que el dueño trabaje su buey en el día sábado.
El propósito de la ley del matrimonio leviratico era para preservar la propiedad de un hombre que moría sin dejar un heredero.
La ley del matrimonio leviratico declaraba que si un hombre moría sin dejar un heredero varón, su esposa no podía casarse con un hombre extraño. La viuda del muerto se casaba con su cuñado para consumar el matrimonio leviratico.
El hijo que naciera de este matrimonio llevaría el nombre del hermano muerto. De esta manera, el niño conservaría el patrimonio dentro de la familia y restauraría el nombre de su padre en Israel.
Tanto las pesas como las medidas debían ser honestas. El comerciante no debía tener pesas desiguales, una pesa más pesada que otra. La pesa grande se usaba cuando el comerciante compraba y la pesa pequeña se usaba cuando el comerciante vendía. De esta manera el comerciante deshonesto defraudaba a otra persona tanto en el vender como en el comprar.
La falta de control en las transacciones comerciales y la deshonestidad en el uso de las pesas y medidas ocasionaba abuso e injusticia. Obediencia a esta ley e integridad en las transacciones comerciales traía bendición de Dios, pero la persona que era deshonesta y que hacía la injusticia contra su prójimo era abominable a Jehová y, por lo tanto, estaba sujeta a las maldiciones del pacto y bajo el juicio de Dios.
Los amalequitas eran nómadas que vivían en el Néguev y el Sinaí. Eran un pueblo violento que vivía de las cosas que robaban en ataques contra otras naciones. Los amalequitas derrotaron a los israelitas en Horma y se unieron con los moabitas y los madianitas para atacar a Israel.
La retaguardia que los amalequitas atacaron no fue la del ejército de Israel sino los débiles, los enfermos y ancianos, que por su impotencia, se habían quedado en la retaguardia del pueblo. Por cuanto los amalequitas no habían demostrado compasión hacia los israelitas, ahora los israelitas no iban a demostrar compasión con ellos.
La acción de los amalequitas fue bárbara e inhumana. Su inhabilidad de demostrar compasión a los israelitas merecía el castigo divino. Israel iba a ser usado como el instrumento de Dios para castigar este crimen inhumano. Después de la conquista de la tierra prometida, cuando Israel hubiese reposado de todos sus enemigos, ellos tenían que ejecutar la sentencia divina.

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