jueves, 14 de febrero de 2019

Tiempo... Marcos 9. 30 - 37



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Saliendo de allí, iban pasando por Galilea, y Él no quería que nadie lo supiera.
 Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en manos de los hombres y le matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará. Pero ellos no entendían lo que decía, y tenían miedo de preguntarle. Y llegaron a Capernaúm; y estando ya en la casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais por el camino? Pero ellos guardaron silencio, porque en el camino habían discutido entre sí quién de ellos era el mayor. Sentándose, llamó a los doce y les dijo: Si alguno desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos. Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos; y tomándolo en sus brazos les dijo: El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me envió”.  
Marcos 9. 30 – 37.

¡Qué ejemplo más impresionante nos da el Señor! Jesús, el Hijo de Dios, tomó a un niño pequeño en brazos y lo mostró a sus discípulos. Con este simple gesto, Cristo estaba demostrando no solamente lo tierno y cariñoso que es él, sino enseñando a los discípulos la actitud que ellos mismos debían tener.
Jesús aprovechó este episodio para dar a conocer la gran diferencia que hay entre el deseo humano de adquirir poder y prestigio y el deseo del Padre de que sus hijos estén dispuestos a aceptar y favorecer a los humildes y los indefensos.
De hecho, Cristo hizo una declaración radical al identificarse con los débiles, los necesitados y los sencillos, diciendo que quien recibiera a un niño en su nombre lo recibía a él mismo.
Día tras día nos bombardean las noticias de lo que hacen los ricos y famosos, los poderosos y privilegiados; la sociedad nos incita a imitar a los que están dedicados a conseguir más dinero, fama e influencia. Pero nadie se acuerda de los pobres y los débiles.
¡Esto es lo contrario de lo que enseñó Jesús! Él mismo vino al mundo sin pompa ni ceremonia, sino indefenso y humilde. Poco a poco, escuchando la enseñanza y viendo el ejemplo de Jesús, los discípulos fueron entendiendo que la idea de grandeza y liderazgo que él y el Padre enseñaban era radicalmente distinta.
En efecto, la verdad de Jesús es absolutamente diferente de las imágenes que vemos en la televisión, el cine y en los poderosos. Los cristianos también tenemos que aprender a distinguir entre la vida nueva y verdadera del Reino de Dios y la vida “buena” pero engañosa y vacía que nos ofrece el mundo.
Tratemos de recordar siempre esta enseñanza de Jesús y discernir qué nos dice esta figura acerca de lo que es la grandeza ante los ojos de Dios.
Dios les bendiga abundantemente.

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