domingo, 24 de febrero de 2019

Leyendo... Lucas capítulo 2



LECTURA DIARIA:
Lucas capítulo 2

El censo romano se llevaba a cabo como una ayuda al reclutamiento militar o la recaudación de impuestos.
Los judíos no tenían que servir en el ejército romano, pero no podían evitar pagar los impuestos. El decreto de Augusto César salió en el tiempo de Dios y de acuerdo a su plan perfecto para traer a su Hijo al mundo.
El gobierno forzó a José a recorrer una larga distancia solo para pagar su impuesto. Su prometida, que tenía que ir con él, iba a tener su bebé en cualquier momento. Pero cuando llegaron a Belén, no hallaron lugar donde hospedarse. Por el decreto de Augusto César, Jesús nació en el pueblo profetizado a pesar de que sus padres no vivían allí.
José y María eran descendientes del rey David. El Antiguo Testamento está lleno de profecías que anuncian que el Mesías nacería de la línea real de David.
Los establos eran cuevas con depósitos cavados en las paredes rocosas (pesebres) para dar de comer a los animales. Esta no era la atmósfera que los judíos esperaban para el nacimiento del Rey Mesías. Pensaban que el Mesías prometido nacería en un ambiente real.
Lucas narra que el nacimiento de Jesús se les anunció a los pastores de la región. Estos quizás eran los abastecedores de ovejas para los sacrificios en el templo, ofrecidos para el perdón de los pecados. Los ángeles invitaron a estos pastores a recibir al Cordero de Dios que quitaría los pecados de todo el mundo para siempre.
¡Y ocurrió el hecho más grande de la historia! ¡El Mesías nació! Por siglos los judíos lo esperaron y cuando al fin sucedió, el anuncio vino a los humildes pastores. Las buenas nuevas acerca de Jesús es que El va a todos, tanto al rico como al pobre.
Algunos de los judíos esperaban al Mesías para que los librara del poder romano, otros esperaban que los librara de limitaciones físicas. Pero Jesús, al mismo tiempo que curaba enfermedades y establecía su reino espiritual, los libraba del pecado. Dejó atrás todas sus expectativas. Pagó el precio del pecado y abrió el camino hacia Dios.
El hijo primogénito se presentaba un mes después de su nacimiento. La ceremonia incluía volver a comprar "redimir", el niño de Dios mediante una ofrenda. Además, los padres tenían en mente que el niño pertenecía a Dios, quien es el único que tiene poder para dar vida.
Cuarenta días después del nacimiento de un hijo y ochenta días después del nacimiento de una hija, la madre permanecía impura ceremonialmente y no podía entrar al templo. Al final del tiempo de separación, los padres iban y traían un cordero para ofrecerlo y una paloma en ofrenda por el pecado. El sacerdote podía sacrificar estos animales y declarar su pureza. Si un cordero era caro, los padres podían traer una segunda paloma en su lugar. Esto es lo que María y José hicieron.
Jesús era el Hijo de Dios y su familia llevó a cabo estas ceremonias de acuerdo a las leyes de Dios. El no nació bajo la Ley, en cambio y a pesar de esto, la cumplió a la perfección.
Cuando María y José llevaron a Jesús al templo para dedicarlo a Dios, se encontraron con un anciano que les dijo lo que este niño sería. Simeón pudo morir en paz porque vio al Mesías.
A pesar de que Simeón y Ana eran muy ancianos, tenían la esperanza de que verían al Mesías. Guiados por el Espíritu Santo, fueron los primeros en testificar de Jesús. En la cultura judía, los ancianos eran muy respetados y las profecías de Simeón y Ana tenían un peso mayor debido a la edad avanzada.
Ana, era profetisa, procedía de Aser, después de estar casada apenas siete años, su esposo murió, esta viuda escogió una vida de ayuno y oración en el templo. Su papel principal era hablar de parte de Dios y proclamar su verdad. De acuerdo a las leyes de Dios, a cada hombre se le requería que fuera a Jerusalén tres veces al año para las grandes fiestas. La Pascua se celebraba en la primavera, le seguía de inmediato toda una semana, la Fiesta de los Panes sin Levadura. La Pascua conmemora la noche de la huida de los judíos de Egipto, cuando el ángel del Señor dio muerte a los primogénitos de Egipto y pasó por alto los hogares de los israelitas. La Pascua era la más importante de las tres fiestas anuales.
A los doce años de edad, a Jesús lo consideraron casi un adulto, de ahí que no pasó mucho tiempo con sus padres en la fiesta.
A los doce años, un niño podía participar en cualquiera de los dos grupos y María y José pensaron que Jesús estaba en el grupo del otro. Pero cuando la caravana dejaba Jerusalén, Jesús se quedó cautivado en su discusión con los líderes religiosos.
Jesús era lo suficiente maduro como para escuchar y responder preguntas. No era su juventud, sino la profundidad de sus pensamientos lo que asombraba a estos maestros.
Los padres de Jesús no entendieron lo que quiso decir cuando hablaba de la casa de su Padre. No dedujeron que hacía una distinción entre su padre terrenal y su Padre celestial. A pesar de que sabían que Él era Hijo de Dios, no entendían qué involucraba su misión.
Esta es la primera insinuación de que Jesús era el Hijo de Dios. Sin embargo, a pesar de dar a entender que conocía a su verdadero Padre, Jesús no rechazaba sus padres terrenales. Volvió a Nazaret con María y José y vivió bajo su autoridad por otros dieciocho años.
El segundo capítulo de Lucas nos muestra que aunque Jesús era especial, tuvo una niñez y una juventud normales. En términos de desarrollo, era como nosotros. Creció física y mentalmente, se relacionó con otros y Dios le amó.

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