jueves, 14 de febrero de 2019

Leyendo... Marcos capítulo 9



LECTURA DIARIA:
Marcos capítulo 9

En la transfiguración (9.2-8), Pedro, Jacobo y Juan vieron la verdadera identidad y el poder de Jesús como Hijo de Dios.

La transfiguración reveló la verdadera naturaleza de Cristo como Hijo de Dios. La voz de Dios separó a Jesús de Moisés y Elías presentándolo como el esperado Mesías con la más completa autoridad divina. Moisés representaba la Ley y Elías a los profetas. Su aparición junto a Jesús simbolizaba el cumplimiento tanto de la Ley del Antiguo Testamento como de las promesas de los profetas. Jesús no era una reencarnación de Elías ni de Moisés. No era uno de los profetas. Como el unigénito Hijo de Dios, los superaba en mucho su autoridad y poder.
Jesús pidió a Pedro, a Jacobo y a Juan que no dijeran nada acerca de lo presenciado porque no los comprenderían hasta que El resucitara. Entonces se darían cuenta que solo muriendo podía resucitar, mostrando su poder sobre la muerte y su autoridad para ser Rey de todo. Los discípulos no serían testigos poderosos de Dios mientras no captaran por completo esa verdad. Era natural que los discípulos se sintieran confundidos acerca de la muerte y resurrección de Jesús, pues no podían ver el futuro.
Cuando Jesús dijo que Elías sin duda ya había venido, se refería a Juan el Bautista (Mateo 17.11-13)
A los discípulos les fue difícil entender que su Mesías tendría que sufrir. Los judíos que estudiaban las profecías del Antiguo Testamento esperaban que el Mesías sería un gran rey, como David, que aplastaría al enemigo: Roma.
Las palabras de Jesús del versículo 23, no significan que podemos obtener automáticamente cualquier cosa que deseamos si pensamos en forma positiva. Él dice que cualquier cosa es posible con fe porque nada es demasiado difícil para Dios.
Jesús dijo a sus discípulos que tendrían que enfrentar situaciones difíciles que resolverían únicamente a través de la oración. La oración es la llave que destraba la fe en nuestras vidas. La oración eficaz requiere de una actitud (completa dependencia) y una acción (pedir). La oración demuestra nuestra confianza en Dios cuando con humildad le invitamos a que nos llene de poder. No hay sustituto para la oración, sobre todo en circunstancias que parecen imposibles.
A veces Jesús limitaba su ministerio público en preparar bien a sus discípulos. Reconocía la importancia de equiparlos para que siguieran adelante cuando El regresara al cielo.
 Jesús enseñó a sus discípulos a recibir a los niños. Esto fue algo nuevo en una sociedad donde los niños por lo general se trataban como ciudadanos de segunda clase. Es importante no solo tratar bien a los niños, sino enseñarles acerca de Jesús.
A los ojos de Jesús, quienquiera que reciba a un niño recibe a Jesús; dar un vaso de agua a alguien en necesidad es lo mismo que dar una ofrenda a Dios. Por contraste, causar daño a otros o no interesarnos en los demás es pecado. Jesús usó un lenguaje bastante fuerte para ilustrar la importancia de quitar el pecado de nuestras vidas. La disciplina que duele es necesaria en los verdaderos seguidores.
Con las palabras de los versículos 48 y 49, Jesús quiso señalar las consecuencias serias y eternas del pecado. Para los judíos, gusanos y fuego representaban los dolores internos y externos.
Jesús usó la sal para ilustrar tres cualidades que deben hallarse en la vida de su pueblo: la fidelidad a Dios; la sal se usaba en los sacrificios para recordar el pacto de Dios con su pueblo. Ser eficaces en sazonar el mundo en que vivimos, así como la sal lo es en dar sabor a la comida. Así como la sal preserva los alimentos de la descomposición. Cuando perdemos el deseo de "dar sabor" a la tierra con el amor y el mensaje de Dios, nos volvemos inservibles para El.

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