miércoles, 13 de febrero de 2019

Leyendo... Marcos capítulo 8



LECTURA DIARIA:
Marcos capítulo 8

Este que se relata en este capítulo, es un milagro distinto al de la alimentación de los cinco mil descrito en el capítulo 6. En aquella ocasión, casi todos eran judíos.
Esta vez, Jesús ministraba a una multitud de gentiles en la región de Decápolis. Las obras y el mensaje de Jesús empezaban a tener impacto en un gran número de gentiles.
Los fariseos trataban de explicar los milagros anteriores de Jesús diciendo que fueron obras de la suerte, la coincidencia o el poder de satanás. Demandaban una señal en el cielo, algo que solo Dios podría hacer. Jesús rechazó tal demanda porque sabía que ni un milagro como ese bastaría para convencerlos. Ya habían resuelto no creer.
Marcos menciona la levadura del rey Herodes y de los fariseos, mientras que Mateo habla de "la levadura de los fariseos y de los saduceos". La audiencia de Marcos, en su mayoría de gentiles, tiene que haber oído hablar del rey Herodes, pero no necesariamente de la secta judía conocida como los saduceos. Cuando Marcos se refiere al rey Herodes, habla de los herodianos, grupo de judíos que respaldaban a dicho rey. Muchos de ellos eran también saduceos.
En este pasaje la levadura simboliza lo malo. Como una pequeña cantidad de levadura es suficiente para hacer una hornada de pan, asimismo, los corazones endurecidos de los líderes judíos podían penetrar y contaminar la sociedad entera y lograr que se levantara contra Jesús.
Los discípulos habían visto a Jesús alimentar a más de cinco mil personas con cinco panes y dos peces (6.35-44), pero vuelven a dudar que pudiera alimentar a otro grupo grande.
El milagro en el ciego que recobró la vista no era difícil para Jesús, pero quiso hacerlo por etapas, quizás para mostrar a los discípulos que algunas sanidades serían graduales y no instantáneas, o para demostrar que la verdad espiritual no siempre se percibe con claridad desde el principio. Sin embargo, antes que Jesús se fuera, el hombre se sanó por completo.
Cesarea de Filipo era una ciudad bien pagana, conocida porque adoraban dioses griegos y tenían templos dedicados a la adoración del antiguo dios Baal. Esta ciudad pagana, donde reconocían a muchos dioses, fue un lugar apropiado para que Jesús pidiera a los discípulos que reconocieran su identidad como Hijo de Dios.
El nombre Hijo del Hombre es el que Jesús utiliza más para referirse a El mismo. El nombre se refiere a Jesús el Mesías, el hombre representativo, el agente humano de origen divino vindicado por Dios. En este pasaje, Hijo del Hombre está estrechamente vinculado a la confesión de Pedro sobre Jesús como Cristo y confirma su significado mesiánico. A partir de este momento, Jesús habló claramente acerca de su muerte y resurrección. Comenzó a prepararlos para lo que le acontecería diciéndoles en tres oportunidades que pronto moriría.
Jesús sabía que necesitaban más instrucción acerca de la obra que realizaría con su muerte y resurrección. Sin más enseñanza, los discípulos solo tendrían el cuadro a medias. Cuando confesaron que Jesús era el Cristo, aún no sabían todo lo que significaba.
Pedro enseguida lo apartó para rechazar lo que Jesús decía acerca de su muerte.
A menudo Pedro era el que hablaba a nombre de los discípulos. Al dirigirse a él, Jesús sin duda hablaba a todos en forma indirecta. Es extraño, pero los discípulos trataban de evitar que Jesús fuera a la cruz, su verdadera misión sobre la tierra. Satanás tentó a Jesús en el mismo sentido (Mateo 4). Mientras que los motivos de satanás eran diabólicos, a los discípulos los motivaba el amor y la admiración que sentían por Jesús. Sin embargo, la tarea de los discípulos no era guiar y protegerlo, sino seguirle. Solo después de su muerte y resurrección llegarían a entender cabalmente por qué Jesús tenía que morir. Los romanos, la audiencia original de Marcos, sabían lo que significa cargar con una cruz. La crucifixión era una forma de ejecución usada por los romanos en los casos de criminales peligrosos. El prisionero cargaba su cruz hasta el lugar de la ejecución, con lo cual demostraba sumisión al poder de Roma. Al hablar de llevar la cruz, Jesús quiso ilustrar el sentido de lo que se requiere para seguirle.
Significa que nada, ni siquiera la vida misma, es comparable con lo que podemos ganar con Cristo. Jesús quiere que decidamos seguirle en lugar de llevar una vida de pecado y autosatisfacción. Quiere que dejemos de tratar de controlar nuestras vidas y dejar que El las controle. Esto tiene sentido porque solo El, como Creador, sabe lo que es vivir en verdad. Nos pide sumisión, no auto desprecio; nos pide despojarnos del egocentrismo que nos dice que sabemos mejor que Dios cómo conducir nuestras vidas.

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