lunes, 25 de febrero de 2019

Leyendo... Lucas capítulo 3



LECTURA DIARIA:
Lucas capítulo 3

Bajo la Ley judía había un solo sumo sacerdote. Pero el sistema religioso estaba corrompido y los gobernantes romanos elegían sus propios líderes religiosos manteniendo así un gran control sobre los judíos.
Cuando Tiberio era emperador romano, las autoridades romanas depusieron a Anás, judío elegido, y lo reemplazaron con su hijo político, Caifás, aunque seguían llamando a Anás su sumo sacerdote.
En ese tiempo donde Pilato, Herodes y Caifás fueron los líderes más poderosos en Palestina, Dios decidió hablar a través de Juan el Bautista, que entraba en la historia como el más grande en comparación con los que gobernaron en su día.
En los tiempos de Juan, antes de que un rey emprendiera un viaje los mensajeros se encargaban de planear la visita y preparar el camino. Asimismo, Juan indicó a sus oyentes que alistaran sus vidas para la venida del Señor.
Juan el Bautista hizo un llamado a todas las personas a que se prepararan para su encuentro con Jesús.
Algunas personas querían que Juan las bautizara a fin de escapar del castigo eterno, pero no buscaban a Dios para salvación. Juan tuvo palabras duras para dichas personas. Sabía que Dios valora más el cambio que el rito.
Muchos de los oyentes se estremecieron cuando Juan dijo que ser descendientes de Abraham no era suficiente para Dios. Para estar ante Dios, los líderes religiosos dependían más de su genealogía que de su fe. Para ellos, la religión era una herencia. Pero una relación con Dios no es posible trasmitirse de padres a hijos. Cada uno la debe hallar solo.
Confesión de pecados y cambio de vida son inseparables. El arrepentimiento es falso si no está ligado a la acción. Seguir a Jesús significa más que expresar buenas palabras. Significa hacer lo que Él manda.
El mensaje de Juan echó raíz donde menos se esperaba: los pobres, los criminales, aun el odiado ejército de ocupación. Eran personas terriblemente conscientes de su necesidad.
Estos soldados eran parte de las tropas romanas enviadas a esta distante provincia para mantener la paz. Oprimían a los pobres y usaban su poder para sacar ventaja de todas las personas. Juan los llamó al arrepentimiento y a cambiar sus caminos.
Hacía más de cuatrocientos años que no había profeta en Israel. Existía la creencia general que cuando el Mesías viniera, la profecía reaparecería. Cuando Juan irrumpió en escena, la gente se emocionó. Juan hablaba como los profetas del A.T. al decir que el pueblo debía volverse de sus pecados a Dios para experimentar su misericordia y aprobación. El bautismo de Juan con agua simbolizaba el lavamiento de los pecados. Su bautismo se ajustaba a su mensaje de arrepentimiento y cambio. El bautismo de Jesús con fuego incluye el poder necesario para hacer la voluntad de Dios.
Juan advierte del juicio venidero comparando a los que rechazan vivir para Dios con la paja, lo inservible del grano. En contraste, compara a los que se arrepienten y arreglan sus vidas con el grano que se nutre a sí mismo. El aventador era un instrumento de madera en forma de tenedor usado para limpiar el grano en la trilla. Quienes se nieguen a que Dios los use, serán desechados porque son inútiles al desarrollo de la obra de Dios. Los que se arrepienten y creen, sin embargo, poseen un gran valor ante los ojos de Dios porque comienzan una nueva vida de servicio productivo para El.
En este capítulo se narra en dos versículos, 19 y 20 el episodio de Juan con Herodes Antipas. Herodías era su sobrina y también la esposa de su hermano. Planeó la traición de la muerte de Juan el Bautista.
Lucas enfatiza el lado humano de Jesús. Vino de padres humildes, lo anunciaron a pastores y extranjeros. El bautismo fue la primera declaración pública de su ministerio. En lugar de ir a Jerusalén e identificarse con los líderes religiosos establecidos, Jesús fue al río y se identificó con los que se arrepentían del pecado. A los doce años de edad, visitó el templo, entendió su misión (2.49). Dieciocho años más tarde, en su bautismo, empezó a llevarla a cabo. A través de la oración Dios le habló y le confirmó su decisión de actuar. Dios se abrió paso en la historia humana a través de Jesucristo.
Jesús no necesitaba bautizarse  como una señal de arrepentimiento de pecados, pero con ello se identifica con nuestra humanidad y pecado; además el bautismo de Jesús fue el comienzo de su ministerio público. La venida del Espíritu Santo en forma de paloma mostró que Dios aprobó lo que Jesús hacía. Era un hombre perfecto que no necesitaba el bautismo por el pecado, pero de todas maneras lo hizo en favor nuestro.
Este es uno de los muchos lugares en las Escrituras donde se mencionan todos los miembros de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La genealogía de Mateo retrocede hasta Abraham y muestra que Jesús estaba emparentado con todos los judíos. La genealogía de Lucas retrocede hasta Adán mostrando su relación con todos los seres humanos. Esto es lógico con la descripción de Lucas de que Jesús es el Salvador de todo el mundo.

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