domingo, 10 de febrero de 2019

Leyendo... Marcos capítulo 5



LECTURA DIARIA:
Marcos capítulo 5

El demonio dijo que su nombre era "Legión". Una legión era la unidad más grande en el ejército romano y consistía entre tres mil y seis mil soldados.
Es obvio que este hombre no estaba poseído de un solo demonio, sino de muchos. A menudo, Marcos resalta la sobrenatural lucha entre Jesús y satanás. La meta de los demonios era, y sigue siendo, controlar a los humanos en los que habitaban; la meta de Jesús era, y es, la liberación de esas personas del pecado y del control de satanás.
Los demonios sabían que no tenían poder sobre Jesús; por eso cuando lo vieron le rogaron que no los enviara a un lugar distante. Jesús accedió, pero puso fin a su obra destructiva entre los hombres. Pudo haberlos enviado al infierno, pero no lo hizo porque la hora del juicio aún no había llegado. Al final, por supuesto, todos los demonios serán enviados al fuego eterno.
De acuerdo con la Ley del Antiguo Testamento, los cerdos eran animales "inmundos". Esto significa que los judíos no los comían y ni siquiera los tocaban. Este incidente ocurrió al sudeste del mar de Galilea, en la región de los gadarenos, habitada por gentiles, lo que explica por qué aparece en este relato un hato de cerdos.
La gente quiso que Jesús se fuera de allí porque estaban atemorizados de su poder sobrenatural, poder que parecía incontrolable.
Jesús le dijo al hombre que fuera a sus amigos y les hablara de su milagrosa sanidad. Muchas veces Jesús solicitó de quienes recibieron sanidad que no se lo dijeran a nadie.
Esta era una región mayormente gentil y pagana, por lo cual Jesús no esperaba que le siguieran grandes multitudes ni líderes religiosos que se le opusieran. Al enviar al hombre con estas buenas noticias, Jesús expandía su ministerio a pueblos gentiles. Este hombre fue un poseído de demonios, pero ahora era un ejemplo viviente del poder de Jesús. Quiso irse con Jesús, pero Él le dijo que se fuera a su casa y contara su historia a los suyos.
La región de las Diez Ciudades, llamada Decápolis, estaba ubicada al sudeste del mar de Galilea. Diez ciudades, cada una con su gobierno independiente, formaban una alianza para protegerse y aumentar el comercio. Varios siglos antes las fundaron mercaderes griegos e inmigrantes. Aunque también había judíos por allí, eran una minoría. Muchos de estas diez ciudades siguieron a Jesús.  
Jesús cruzó de nuevo el mar de Galilea y tal vez desembarcó en Capernaum. Jairo era el jefe elegido de la sinagoga local. Muchos jefes de sinagogas estaban estrechamente vinculados con los fariseos. De ahí que presionaron a algunos para que no respaldaran a Jesús. El que Jairo se inclinara ante Jesús fue un acto significativo y quizás cuidadoso de respeto y adoración.  
Una mujer que tenía un mal incurable que le provocaba estar siempre sangrando, lo que la hacía ritualmente impura, excluyéndola de la mayor parte de sus relaciones sociales con otros judíos. Estaba desesperada por que Jesús la sanara, sabía que si lo tocaba, por la Ley judía también lo considerarían "inmundo". No obstante, lo tocó por fe y sanó.
Jesús no se enojó con la mujer por haberlo tocado. Sabía que lo había hecho, pero aun así se detuvo y preguntó quién había sido, para enseñarle algo acerca de la fe. Aunque la mujer sanó en el mismo momento en que lo tocó, Jesús le dijo que su fe la había sanado. Fe verdadera significa acción. La fe que no se pone en acción no es fe.
La crisis de Jairo lo hizo sentirse confundido, temeroso y sin esperanza. Las palabras que Jesús le dijo: "No temas. Cree solamente", habían esperanza y promesa.
Cuando Jesús llegó a la casa y dijo: "No está muerta, sino duerme". La niña estaba muerta, pero Jesús usó la imagen del sueño para indicar que su condición era temporal y que sería restaurada. Jesús toleró la impertinencia de la multitud porque quería enseñar una importante lección acerca de mantener la esperanza y la confianza en El.
Jesús no solo demostró gran poder, sino también una tremenda compasión. Jesús dijo a los padres de la niña que no divulgaran la noticia del milagro. Quería que los hechos hablaran por sí solos y el momento no era el más propicio para una confrontación con los líderes religiosos.

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