lunes, 25 de febrero de 2019

Tiempo... Lucas 3. 4 - 6



TIEMPO DE REFLEXIÓN

"Como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas.
Todo valle se rellenará, Y se bajará todo monte y collado; Los caminos torcidos serán enderezados, Y los caminos ásperos allanados; Y verá toda carne la salvación de Dios".    
Lucas 3. 4 – 6.
En el oriente, cuando un rey quería visitar sus dominios, le antecedía un mensajero que anunciaba su llegada y decía a los habitantes de esos lugares que prepararan los caminos y arreglaran las carreteras. Juan Bautista es el mensajero del Rey. Clamó a voz en cuello que prepararan el camino del Señor y enderezaran las sendas; su clamor no era de arreglar los polvorientos caminos de esa época sino un clamor para que los hombres prepararan sus corazones y sus vidas para recibir al Mesías. Después de 400 años de silencio fue el profeta enviado de Dios para anunciar las buenas nuevas: el Rey y Salvador de la humanidad llegaría.
Juan llegó en un momento donde la tierra santa estaba dividida y había varios sumos sacerdotes dirigiendo al tiempo, indicando el menosprecio por la ley de Dios, pues estos se sucedían de padre a hijo y era por toda la vida. Muestra la decadencia del sistema religioso de ese momento y el anhelo de un pueblo de que llegara su rey a redimirlos no solo de la opresión romana sino del legalismo religioso de ese entonces.
Su predicación comenzó a mover el piso a todo un pueblo y a los religiosos, ya que llamaba al arrepentimiento verdadero, a hacer camino para el evangelio, derribando toda altivez de pensamiento y llevándolos a la obediencia a ese Mesías prometido. Para eso debían enderezar lo que estaba torcido, allanar su alma, eliminando todo lo que estorbara su reencuentro con Dios.
Hoy los creyentes somos esa voz que clama en el desierto de este mundo, que debemos llamar al arrepentimiento para que los corazones de los hombres se vuelvan a Dios y reciban al Rey de reyes que vendrá por segunda vez, a poner en orden todas las cosas y sujetarlas bajo su dominio espiritual. Somos los mensajeros del evangelio de esperanza y su iglesia el instrumento de salvación en este tiempo, por tanto no acallemos nuestra voz.
Dios les bendiga abundantemente.

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