martes, 19 de febrero de 2019

Tiemo... Marcos 14. 32 - 42



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Luego fueron a un lugar llamado Getsemaní. Jesús dijo a sus discípulos: Siéntense aquí, mientras yo voy a orar.
Y se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, y comenzó a sentirse muy afligido y angustiado. Les dijo: Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quédense ustedes aquí, y permanezcan despiertos. En seguida Jesús se fue un poco más adelante, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y pidió a Dios que, de ser posible, no le llegara ese momento. En su oración decía: «Abbá, Padre, para ti todo es posible: líbrame de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.»  Luego volvió a donde ellos estaban, y los encontró dormidos. Le dijo a Pedro: Simón, ¿estás durmiendo? ¿Ni siquiera una hora pudiste mantenerte despierto?  Manténganse despiertos y oren, para que no caigan en tentación. Ustedes tienen buena voluntad, pero son débiles. Se fue otra vez, y oró repitiendo las mismas palabras.  Cuando volvió, encontró otra vez dormidos a los discípulos, porque sus ojos se les cerraban de sueño. Y no sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez, y les dijo: ¿Siguen ustedes durmiendo y descansando? Ya basta, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. Levántense, vámonos; ya se acerca el que me traiciona”. 
Marcos 14. 32 – 42.

Jesús dijo a sus apóstoles: “Siento en mi alma una tristeza de muerte… quédense ustedes aquí, y permanezcan despiertos” (Marcos 14. 34) y hoy nos lo dice también a nosotros. 
Al crearnos, Dios quiso que tuviéramos una íntima comunión consigo, pero en el Jardín del Edén, el cumplimiento del deseo divino quedó frustrado porque el hombre decidió desobedecer a su Creador. Más tarde, en el huerto de Getsemaní, Jesús pidió que si era posible cumplir la voluntad de Dios sin beber la copa del sufrimiento, que así fuera, pero siendo perfectamente obediente, sumiso y unido al Padre, añadió: “Padre… que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Marcos 14. 36).
Cristo aceptó la decisión del Padre. Por nuestra parte, si permanecemos en Cristo y deseamos de todo corazón cumplir la voluntad del Padre, también recibiremos respuesta a todas nuestras oraciones. Jesús dijo “no se haga lo que yo quiero”, y por eso nos puede decir “Si ustedes permanecen unidos a mí… pidan lo que quieran y se les dará” (Juan 15. 7)
La condición para recibir respuestas a la oración es permanecer unidos a Cristo y nutrirse de Sus palabras,  porque aceptar la voluntad de Dios es aceptar a Dios mismo.
Hoy y todos los días, debemos mantenernos unidos a Jesús.
Seamos uno con Cristo y conozcamos la bendición de obedecer la voluntad de Dios.
Entonces, en toda circunstancia, podrás decir, “Padre, no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.”
Dios les bendiga abundantemente.

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