TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Sobre
todo, hermanos míos, no juren: ni por el cielo, ni por la tierra, ni por
ninguna otra cosa. Cuando digan «sí», que sea sí; y cuando digan «no», que sea
no, para que Dios no los condene”.
Santiago 5. 12
La
confianza es de las cosas más difíciles de ganar y más fácil de perder, se
necesitan muchos años de relación para poder confiar en alguien, pero solo un
momento de traición para que la confianza ganada se deshaga como el hielo bajo
los rayos del sol, rápidamente y no quedando nada, sin oportunidad de volver a
crearse.
La
confianza, en muchos casos es la clave del éxito, en otros puede ser cuestión
de vida o muerte, hay ocasiones que confiar en otra persona puede librarnos de
serios problemas.
Existe
una imagen típica y unas palabras que suelen pronunciarse en los juicios y
suele ser “juras decir toda la verdad y solamente la verdad” a lo que el
testigo debe contestar “lo juro. Esto parece entrar en contradicción con estas
palabras de Santiago “Sobre todo, hermanos míos, no juren: ni por el
cielo, ni por la tierra, ni por ninguna otra cosa. Cuando digan «sí», que sea
sí; y cuando digan «no», que sea no, para que Dios no los condene”.
¿Existe
alguna contradicción en esto? Claramente no.
Muchos
para evitar jurar han optado por prometer, pero la realidad es la misma, no
debiéramos jurar o no debiéramos prometer, pero, ¿siempre?
No,
hay ocasiones en que si podemos jurar, puedo jurar que hoy he ido a trabajar,
puedo jurar que me he levantado de la cama, pero no puedo jurar que mañana lo
haré. ¿Queda clara la diferencia?
Puedo
jurar por aquellas cosas que ya han ocurrido, pero no me puedo comprometer y
jurar por algo que no se si seré capaz de hacer. Por eso puedo jurar en un
juicio, porque diré algo que pasó y que vi.
Pero
la realidad es que todo esto apunta a la confianza, cuando Santiago nos invita
a no jurar, sino a que nuestras respuestas sean sí o no, habla de cuánto pueden
confiar en mí los demás.
Nunca
le pediríamos a alguien muy querido que nos jurara algo, confiamos en él y
sabemos que no nos fallará, pero si firmaríamos un contrato con alguien
desconocido si vendiéramos o alquiláramos una casa de nuestra propiedad. Este
es el punto, cuando confiamos en alguien un sí o un no es suficiente. ¿Qué
confianza tienen los que nos rodean en nuestra palabra? ¿Somos personas que
decimos la verdad o por el contrario nadie confía en nosotros? ¿Tenemos que
jurar que haremos algo porque no solemos cumplir?
Es
una pena que un cristiano tenga que jurar porque los demás no pueden confiar en
su palabra. Que el Señor nos ayude a que nuestras palabras sean firmes y sin
vacilación, que cuando digamos si, sea sí, que cuando digamos no, sea no, y que
creemos confianza. Este es el ejemplo de lo que Cristo fue.
Dios
les bendiga abundantemente.
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