TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Querido
hermano, no sigas los malos ejemplos, sino los buenos. El que hace lo bueno es
de Dios, pero el que hace lo malo no ha visto a Dios. Todos, incluso la
verdad misma, hablan bien de Demetrio.
También nosotros hablamos en favor suyo,
y tú sabes que decimos la verdad”. 3
Juan 1. 11 - 12
Demetrio
era uno de los predicadores itinerantes que recorrían ciudades y pueblos en el
siglo primero, hombres humildes, desconocidos y olvidados. Eran como los
miembros de un gran ejército que propagó el Evangelio por todo el Imperio
Romano, y gracias a cuya labor pudo decirse que todo el mundo Romano de aquel
tiempo, fue totalmente evangelizado.
Demetrio
fue una de las luces brillantes en el Nuevo Testamento, un creyente que vivió
para Dios una vida de santidad. En la actualidad y alrededor nuestro, hay
multitudes como él, no son cristianos sobresalientes.
Son
sencillamente creyentes que practican la santidad, realizando la tarea que Dios
les ha encomendado. De una manera humilde, quizás solo están enseñando a un
pequeño grupo de estudiantes de la Biblia. Otros, se dedican a enseñar a los
discapacitados. Son personas que no están buscando protagonismo ni notoriedad.
No
ocupan cargos importantes y se limitan a formar parte de la iglesia de una forma
que casi pasa desapercibida para la mayoría, pero son realmente las columnas de
la iglesia. Llevan el peso del trabajo y animan al predicador o a las
autoridades de la iglesia.
Tenemos
que dar gracias a Dios por ellos, porque constituyen una gran mayoría de la
iglesia.
La
verdadera prueba de la vida cristiana no tiene lugar en los lugares públicos,
respaldados por el aplauso y los elogios.
La
verdadera vida cristiana se vive cada día andando como el Señor Jesús anduvo.
Dios
les bendiga abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario